Octubre, de la gestión pasada, ha sido un mes nefasto, para todos quienes abrigábamos la esperanza de recuperar lo que nos fue arrebatado, en una agresión sin precedentes, en 1879. Nos referimos a nuestra salida libre y soberana al océano Pacífico.
El fallo de la Corte Internacional de Justicia, adverso a la causa boliviana, dado a conocer a inicios de aquel entonces, nos ha dejado perplejos, nos ha frustrado y arrinconado, ante la atónita mirada de los países de la región y del mundo. Nadie esperaba semejante decisión.
Nos decían que íbamos a ganar en La Haya. Nos decían que Chile estaba temblando de miedo. Nos decían que éste no tenía argumentos valederos en el asunto y que ese alto tribunal fallaría a favor de Bolivia. Pero la historia fue otra. El resultado nos dejó alicaídos.
Todas nuestras ilusiones se fueron al tacho. Nuestros sueños se esfumaron. Nuestras esperanzas se diluyeron y nuestras alegrías se apagaron. Fue una desgracia, por cierto.
Esta vez fuimos derrotados, y habría que decirlo sin circunloquios ni evasivas, en un proceso judicial que se ventiló de cara a la opinión pública del planeta. Nos derrotaron sin disparar un solo cartucho. Quedamos sometidos nuevamente a designios de quienes invadieron territorio boliviano en 1879. Y ahora ufanos levantan la cabeza y la voz. Y como siempre.
Cuando un país cae en percance, los amigos, automáticamente, se alejan. Desaparecen. Se olvidan quizá, a propósito, de su existencia. No lo mencionan, en sus agendas. Quizá les da vergüenza, inclusive, hablar de quien creen que es un perdidoso. De quien quieren hacer leña como de un árbol caído.
Solos hemos sobrellevado el infortunio que significó para nosotros la sentencia de inicios de octubre del pasado año. Nadie se animó a expresar, en esa hora crucial, su solidaridad con los bolivianos. Ni los amigos ni los supuestos amigos. Ni derechistas ni izquierdistas. Ni demócratas ni dictadores, que proliferan acá y acullá.
Nos estamos reponiendo, de a poco, de ese golpe certero, que se nos propinó en la CIJ de La Haya. En ese marco estamos pensando en qué haremos más adelante. No es aconsejable, por lo pronto, asumir acciones incoherentes y precipitadas, porque estamos rodeados por aquellas fuerzas que piensan y actúan políticamente diferente a las ideologías que se imponen en Bolivia. Porque quienes creen ser los “ganadores” pretenden aislarnos, en el contexto regional, con fines aviesos.
En suma: ya vendrán otros tiempos, otras generaciones y otras inquietudes de integración boliviano - chilenas. Al mal tiempo, buena cara.
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