En la edición de EL DIARIO, del 1 de este mes, Yuri Mirko Ríos Madariaga escribe una nota bajo el título: “¿Y lo verde?”, donde describe el espectacular panorama del entorno de nuestra ciudad y el formidable crecimiento de avenidas, edificios y “cholets” en El Alto, pero se pregunta: ¿Y lo verde?, su respuesta es evidente: tomando el comentario de un internauta latinoamericano, “a estas ciudades les falta el verde que hace que se vean opacas y sombrías, con poca estética y lo más importante, sin aire puro”, y se pregunta “muchos de nuestros ciudadanos ¿serán enemigos de lo verde, en especial de los árboles?”.
Yo añadiría que, en los últimos tiempos, muchos de los nuevos edificios son pintados casi íntegramente de negro o con un gris muy oscuro, lo cual parecería como si la ciudad se estuviera vistiendo de luto. Se puede añadir a lo anterior las pequeñas jardineras en algunas de las avenidas, adornadas con piedras de colores y pizarra negra. Por cierto, estos adornos no generan oxígeno, vital para la vida.
Concuerdo plenamente con Yuri, como ambientalista, uno puede poner como ejemplos de que nuestra ciudad puede ser más verde, viendo una extensión no muy grande de la Avenida Costanera en el tramo calle 8 hasta la 12, árboles relativamente frondosos con pasto en medio y algunas flores, la cual se puede recorrer caminando por los dos pasos peatonales que la acompañan. Uno puede apreciar que se puede tener árboles frondosos, como toda el área verde del Club de Tenis La Paz, o la parte inicial de la ruta a Mallasa, de igual forma en un buen tramo de la Avenida del Poeta. También en el bosquecillo en el área de subida a El Alto.
Yuri argumenta la posibilidad de que, por razones de clima y altura, hay gente que cree que no hay condiciones naturales para el crecimiento de árboles, pero esto es claramente no cierto cuando uno ve algunos bosquecillos en algunas laderas, con eucaliptus con más de 15 metros de altura y troncos robustos, o las palmeras tropicales que se lucen en la Avenida principal de Calacoto hasta llegar a la calle 8. Un ejemplo más, fui de visita a Oruro, para recordar mis años de infancia y juventud en esa ciudad en pleno altiplano y me impactó la belleza de los árboles que adornan la Plaza 10 de febrero y el parque Padilla, así como algunos hermosos ejemplares de árboles frondosos en las proximidades de la Estación Ferroviaria Central y las hermosas jardineras que se lucen al ingresar a Oruro desde La Paz.
En contraste, la ladera que se deslizó en Auquisamaña bajo fue terraceada y fueron colocados dos tanques, parecería que fueron instalados para proveer riego que acelerara el crecimiento de vegetación, pero después de dos años esa ladera sigue como un talud amarillo de arcilla, sin vestigios de vegetación, todo lo cual me hace pensar que el slogan de la “ciudad Maravilla” no es sino mera propaganda, ya que a la ciudad le falta un crecimiento más armónico en convivencia con la naturaleza.
Para concluir, el desarrollo de áreas verdes de la ciudad debería acompañarse de dos proyectos complementarios, el primero, aprovechando la abundancia de recursos hídricos que tiene la ciudad con un sistema de canales superficiales que rieguen estas áreas verdes. La otra, tal como he escrito varias veces, aprovechar las centenas de toneladas diarias de basura orgánica que genera la ciudad, procesarla en el centro de tratamiento de basura para producir compost, que tanto requieren los suelos del altiplano. Estas acciones se justifican plenamente con base en una frase que tenían unos policopiados en la Facultad de Agronomía de la UMSS, hace 60 años, que decían: “donde hay agua y mierda no hay semilla que se pierda”.
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