Retrofuturo
Antonio Pulido
Viajar por el tiempo es una utopía fascinante. Predecir o simplemente imaginar el futuro es una actividad socialmente útil pero de alto riesgo. Hay quien se conforma con vislumbrar ese futuro nebuloso e incierto. Sin embargo, el futuro lo hacemos entre todos día a día y el verdadero reto consiste en reconducir el presente para eludir futuros no deseados: hacer “retrofuturo”.
Siempre mi obsesión ha sido el futuro y, como consecuencia, la predicción y la prospectiva. Pero predecir exige también mirar al pasado y descubrir condicionantes, leyes y estructuras que determinan la evolución en el tiempo. El viaje por el tiempo debe atender siempre a la doble cara del pasado y el porvenir.
A lo largo de décadas de experiencia como predictor, las profundas transformaciones sociales, tecnológicas y económicas me van transformado, progresivamente, de predictor en prospectivista y de futurólogo en retrofuturista. Más importante que acertar en el corto plazo, me parece deducir futuros alternativos previsibles a medio/largo plazo. Pero esos posibles futuros no son destinos prefijados, sino opciones que pueden reconducirse con actuaciones correctoras de tendencias y condicionantes del pasado.
Posiblemente, mi mayor aprendizaje ha sido adaptarme al hecho de que no hay predicciones únicas y seguras, si no apuestas, más o menos arriesgadas, de futuro. Y además entender que su utilidad no se limita a una foto fija, sino con posibilidades de actuar para alterar resultados no deseados.
A pocas semanas, meses o trimestres vista, una combinación “inteligente” de las tendencias del pasado y de los condicionantes del momento hacen factible disponer de predicciones económicas y empresariales bastante ajustadas, al menos siempre que no se produzcan acontecimientos relevantes excepcionales.
Según alejamos en el tiempo nuestro horizonte de predicción, la tarea se complica y debemos conformarnos con establecer diversas opciones (“escenarios alternativos”). Cuando llegamos a tocar el largo plazo (con predicciones a 5,10 o 20 años) sólo podemos diseñar unos futuros considerando la posible continuidad relativa de leyes, estructuras y tendencias observadas.
Aquí es donde llega el planteamiento que denomino retrofuturo: explorar el futuro(s) predecible(s) para retroceder al momento presente y diseñar actuaciones correctoras que suavicen o eliminen efectos indeseables, en un viaje permanente de ida y vuelta.
La aceleración tecnológica, en particular, nos hace cambiar permanentemente los futuros previstos y/o imaginados. Las innovaciones superan las elucubraciones literarias de la ciencia-ficción y ponen a nuestra disposición artefactos, bienes y servicios que abren nuevas fronteras. Pero, al mismo tiempo, aumentan la incertidumbre de futuro y plantean consecuencias socio-económicas que pueden distorsionar gravemente nuestra forma de vida.
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