Como en pocos casos, en últimos tiempos en Bolivia se presenta con frecuencia el fenómeno político según el cual el país está conducido por un gobierno formado por clases sociales antagónicas o muy poco afines y, al mismo tiempo, cada una de ellas con objetivos históricos diferentes. De esa manera, el carácter de clase social de esa forma dual de gobierno está conformado a veces por una pequeña burguesía y trabajadores, en otras entre corrientes pequeño-burguesas y, en otras, entre la grande y pequeña burguesía, sin que, finalmente, nadie sepa a dónde se va y qué hay que hacer.
A mediados del siglo pasado se presentó este fenómeno bajo la figura COB y MNR, dos tendencias que después de gozar corta luna de miel -durante la cual el Secretario Ejecutivo de la COB, Juan Lechín, llegó a ocupar la vicepresidencia de la nación-, terminó a capazos hasta que, finalmente, la alianza se desintegró, produciendo como “salida” la contrarrevolución de noviembre de 1964, cuando la COB y las “izquierdas”, en acuerdo con partidos reaccionarios, entregaron el poder a la ultra derecha en bandeja de plata.
Desde entonces, COB y gobierno estaban distanciados y solo los unía la añoranza del pasado. Se pensaba que el doble poder no resucitaría. Pero después de varios años el fenómeno volvió a emerger, con novedosas características que duran hasta el presente.
En efecto, en tiempos contemporáneos el fenómeno reapareció, pero con características originales. En primer lugar lo hizo entre el gran empresariado nacional y el gobierno del MAS, tuvo corta existencia y se desintegró, aunque quedan muchos resabios. Esa coalición fue sustituida por otra más homogénea, pero su existencia fue tan efímera y breve que terminó marchitada como una flor. En efecto, la dirección cobista, al ver descartados sus propios objetivos, rompió la alianza y se puso en la oposición radical, justificando su conducta en que “no podía existir un pacto entre corrientes antagónicas” (Solares), por lo cual se retiró a sus cuarteles de invierno.
Sin embargo, ese estado de cosas se recompuso este año cuando la “línea dura” de la corriente obrera sindical y consecuente de la COB perdió su hegemonía y dio paso al dominio de la pequeña economía artesanal y gremial cobista, que no vaciló en reponer el poder dual con una nueva característica, con el corporativismo oficialista inclinado al populismo, todo con base en suculentas prebendas (hoteles, automóviles, etc.), copiosas y pingües promesas.
En esta nueva etapa, la COB aprobó que para continuar el casamiento, era imprescindible que el tolderío gobernante acepte que la fórmula presidencial para las elecciones nacionales de 2019 sea integrada obligadamente con un obrero, como candidato vicepresidencial. La decisión fue aprobada nada más ni nada menos que por un solemne Congreso y ratificada en ampliados, conferencias, etc. Pero, pese a todo, la actual dirección de la COB de súbito dio brazo a torcer y la determinación congresal se derritió como una barra de chocolate ante el sol. En efecto, por sugerencia del presidente Evo Morales Ayma, la solemne nominación de un obrero como candidato a la vicepresidencia fue echada al basurero. Entonces, la poderosa entidad matriz perdió su virginidad y se convirtió en dependencia burocrática del partido gobernante, aunque a cambio de nuevos ofrecimientos, como ministerios, senaturías, alcaldías, cargos burocráticos, porterías, etc., obsequios de dudoso cumplimiento.
Así, el poder dual dejó de ser tal y se convirtió en poder único y la COB se disolvió como una pastilla de azúcar en una tacita de café, como dependencia del oficialismo. En efecto, aprobó el doble aguinaldo, pero cuando debía cumplirse, el oficialismo prefirió la proposición del gran empresariado para que se cumpla a plazos, con el recorte del 15 por ciento, etc., dejando al organismo laboral con los crespos hechos. Así, el doble poder resultó un fiasco. Unos dan todo, otros, nada.
Así la historia del doble poder ha seguido un ciclo escabroso con un futuro incierto, aunque podría orientarse a mejores días, obedeciendo a la evolución natural de la clase obrera, pudiendo decirse, entre tanto, “la COB se nos muere”.
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