Abel Nina Vargas
Al estudiante se le debe orientar para que adquiera competencias que le permitan llegar lo más lejos posible en su formación integral y desenvolverse en una sociedad en continuo cambio… Nos referimos a las habilidades del estudiante para la elección de una carrera, que sobreviene de un contenido nuclear de la orientación.
Evidentemente, en el periodo de la educación obligatoria se debe adquirir estas competencias que son imprescindibles para todos los estudiantes. La orientación en el ámbito educativo pasa a ser subsistema de un planteamiento más amplio: la orientación a lo largo de la vida.
Esto obliga a repensar la intervención orientadora, planteando la necesidad de que cada institución regular y superior diseñe su currículo secuenciado de orientación, a lo largo de los niveles de cada etapa. El orientador no intervendrá únicamente en momentos críticos de decisión; su intervención tendrá carácter permanente, sistemático y planificado, para incorporar este aspecto a la educación del estudiantado. Su perfil cambia desde el momento de su aparición. Pasa de ser un especialista psicopedagógico centrado en el estudiante con necesidades educativas específicas, a desempeñar un papel mucho más integrado en el proceso educativo general, que opera desde la globalidad del centro y se dirige a la totalidad del alumnado. En su tarea maneja variables e informaciones provenientes de sectores como el análisis de estilos de aprendizaje o la prospectiva de empleo por sectores profesionales a mediano y largo plazo.
En todo currículo de orientación se debe considerar aspectos como el autoconocimiento, toma de decisiones y habilidades para la gestión de la carrera, ambos se integran en el ámbito del apoyo al proceso de enseñanza-aprendizaje, que tiene dos partes: una, dirigida a todo el alumnado, esencial en la labor orientadora; y otra dirigida a estudiantes con necesidades educativas específicas.
El currículo de orientación garantizará el trabajo secuenciado de contenidos que forman parte de la formación integral del estudiante.
No podemos obviar la atención a los estudiantes con necesidades educativas específicas. El enfoque ha de desplazarse desde el diagnóstico a la atención de necesidades educativas individuales y los recursos a poner en marcha para lograr su máximo desarrollo personal.
El aspecto final a desarrollar es la orientación académica y profesional, que ayuda al descubrimiento del mundo laboral, a través de itinerarios formativos y hábitos de trabajo y técnicas de búsqueda de empleo o autoempleo.
Es el ámbito de intervención más desenfocado, por cuanto suele limitarse a intervenciones puntuales ligadas a toma de decisiones académicas. Olvidamos que la orientación educativa no es en sí misma un fin. El estudiante no puede recibir una orientación de itinerarios educativos con finalidad en sí mismos y no percibidos como propedéuticos, para una futura ciudadanía activa en sociedad.
La orientación se constituye así en aseguradora de la calidad de procesos de elección, de toma de decisiones “bien informadas”, basadas en evidencias objetivas y no en el imaginario profesional de cada comunidad y/o sociedad… La acción tutorial plantea, desde esta perspectiva, los tiempos específicos para desarrollar el currículo de orientación, que se lo debe realizar en este marco y no en otros. Que la práctica orientadora responda a lo que se espera de ella y se ajuste a las complejas demandas que la sociedad le plantea, de acuerdo con la realidad educativa.
El autor es maestro.
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