América Latina envejece rápido
Una buena oportunidad de los países latinoamericanos para acelerar su desarrollo económico, sin embargo, tiene que venir acompañado por ajustes en pensiones y brindar mejor atención de salud
Los países latinoamericanos son todavía más jóvenes que la mayoría de las economías avanzadas, aunque se prevé que el envejecimiento de la población se acelere, pero los países con poblaciones más jóvenes, como Paraguay, Bolivia y Guatemala, podrían disfrutar todavía del dividendo hasta 2045, según artículo del Fondo Monetario Internacional, escrito por Lorenzo Figliuoli, Valentina Flamini, Frederic Lambert y Rosalind Mowatt.
América Latina, aunque todavía es joven en términos comparativos, está envejeciendo con rapidez. Nuestro estudio concluye que el envejecimiento de la población supone un reto para la sostenibilidad fiscal de los sistemas públicos de pensiones y de salud en la región, señalan los autores en su artículo: ¿Está América Latina preparada para el envejecimiento?
Las autoridades tendrán que asegurar unas prestaciones adecuadas para el porcentaje creciente de personas mayores, en especial su aceptabilidad social, mediante el apoyo al empleo formal y la reforma gradual de los sistemas de pensiones y de salud.
EL DIVIDENDO DEMOGRÁFICO
El dividendo demográfico, o el período, durante el cual un país disfruta de una población de adultos en edad de trabajar relativamente grande en comparación con la totalidad de su población, ofrece una ventana atractiva para acelerar el crecimiento económico y mejorar el desarrollo de capital humano.
De manera particular, este dividendo puede sentar las bases para incrementar el ahorro para el retiro, ya que existe un número mayor de trabajadores generando ingresos, ahorrando e invirtiendo en una economía más dinámica. En condiciones ideales, el efecto de onda expansiva de este ciclo virtuoso conduce a numerosos beneficios sociales en todo un país, incluídos mejores niveles de vida y una mejor preparación para el retiro, según expone el documento titulado: “El potencial del dividendo demográfico latinoamericano”, elaborado por BlackRock Retirement Institute (BRI) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa).
En ese documento, ambas entidades exploran cómo el dividendo demográfico puede conducir al crecimiento económico a largo plazo y la estabilidad fiscal de las economías más grandes de América Latina.
ENVEJECIMIENTO
Los países latinoamericanos son todavía más jóvenes que la mayoría de las economías avanzadas, pero se prevé que el envejecimiento de la población se acelere.
Debido a que la mujer latinoamericana tiene actualmente, como promedio, poco más de dos hijos. ¡Tres veces menos que en 1950! Incluso en Guatemala y Bolivia, los dos países de la región con las tasas de fecundidad más altas, el número de hijos por mujer ha comenzado a caer con rapidez. Al mismo tiempo, las personas viven más años, afirmaron.
El aumento del nivel de vida y la mejora del acceso a una atención sanitaria de calidad han incrementado la esperanza de vida de los latinoamericanos hasta cerca de los 75 años. Los chilenos y los costarricenses tienen una esperanza de vida de más de 80 años, ligeramente superior a la de los residentes en Estados Unidos.
La combinación de menos hijos y adultos de más edad está poniendo fin al dividendo demográfico que América Latina ha disfrutado desde la década de 1970; esto es, el período en el que la población entre los 15 y los 64 años de edad crece de forma más rápida que la población menor de 15 y mayor de 64 años. Su final implica que son menos las personas activas para mantener el creciente número de dependientes.
Los países con las poblaciones más jóvenes, como Paraguay, Bolivia y Guatemala, podrían disfrutar todavía del dividendo hasta 2045, pero a Uruguay, Brasil y Colombia solo les quedan un par de años más de dividendo, y en Chile y Costa Rica ya se ha terminado.
GASTO EN PENSIONES
Asimismo, señalan que gracias a sus poblaciones más jóvenes, los gobiernos latinoamericanos todavía gastan comparativamente poco en pensiones: en promedio, menos de un 4 % del PIB, frente a aproximadamente 9 % en los países de ingreso alto y las economías emergentes de Europa.
Pero, a medida que la población envejece, se proyecta que el gasto en pensiones públicas de la región aumente de manera pronunciada y se cierre la diferencia con los países avanzados.
Específicamente se proyecta que los países que cuentan con sistemas de pensiones de reparto con prestaciones definidas, en los que los trabajadores actuales pagan las pensiones de los pensionistas actuales y el Gobierno garantiza un cierto nivel de prestaciones por jubilación, experimenten un aumento mayor en su partida para las pensiones, a medida que la población envejece.
En unos cuantos países de la región, la generosa combinación de altas prestaciones y contribuciones insuficientes de los trabajadores podría resultar en un déficit de financiamiento insostenible que se añadiría a los niveles de deuda pública si no se realizan reformas, advierten los autores.
Por otro lado, los países en transición hacia un sistema de pensiones por capitalización de cotizaciones definidas, en el que cada trabajador reserva ahorros durante su vida laboral para la pensión y las prestaciones por jubilación dependen de las contribuciones acumuladas y el rendimiento financiero de las mismas, experimentarán un aumento menor (o incluso negativo) del gasto público en pensiones, así como un déficit de financiamiento bajo o nulo.
Sin embargo, un aumento menor del gasto público en pensiones suele estar asociado a prestaciones bajas o a una reducida cobertura de las personas mayores por parte del sistema de pensiones.
Por ejemplo, en la República Dominicana, México, Bolivia, Chile y El Salvador, los pensionistas reciben prestaciones muy por debajo del promedio de otros países.
En la República Dominicana y El Salvador, que tienen distintas combinaciones de prestaciones contributivas y no contributivas, menos del 20 % de las personas mayores reciben una pensión.
La reducida cobertura y las prestaciones insuficientes son, en gran medida, resultado del alto nivel de informalidad y de la baja participación de las mujeres en los mercados laborales de América Latina, aparte de las altas comisiones y el bajo rendimiento financiero que en todo el mundo están reduciendo las prestaciones.
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