Ernesto Araújo, actual Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, en un artículo recientemente publicado por The New Criterion, revista neoyorkina de cultura y artes, lamentaba que hablar de Dios en el ámbito político causara gran alarma entre las élites mediáticas brasileñas. Araújo acentuó esta idea en su discurso de posesión -una pieza oratoria de erudición y multilingüismo remarcables- indicando no sólo la existencia de tal inquietud a nivel local sino también denunciando una exacerbación de expresiones de odio hacia Dios en el orbe, una suerte de “teofobia” globalizada.
La turbación por las referencias políticas hacia la divinidad, particularmente después de la victoria electoral de Jair Bolsonaro en Brasil, podría interpretarse como una señal de debilitamiento del ideal contemporáneo de secularización ideológica en el ámbito político. Al respecto Marc Angenot, profesor emérito de la Universidad McGill de Montreal y especialista en historia de las ideas, a través su teoría sobre el discurso social, explica que toda época está marcada por una “hegemonía de lo pensable”, vale decir, un predominio de ciertas ideas expresadas en discursos; sin embargo, esta situación hegemónica no es permanente, pues, siendo los discursos eventos históricos, éstos están sujetos a un principio de obsolescencia por el cual se produce su inevitable mutación y extenuación.
En este marco, resulta legítimo preguntarse si el discurso bolsonarista expresaría una ruptura ideológica ante el agotamiento de la hegemonía discursiva precedente, dominada por un laicismo político; un quiebre mediante el cual elementos religiosos antes marginales se posicionarían ahora en el centro enunciativo político. Una fugaz lectura estadística y comparativa de los discursos inaugurales pronunciados desde la tribuna del Palacio de Planalto por los presidentes Lula Da Silva (2003 y 2007), Dilma Rousseff (2011 y 2015) y Jair Bolsonaro (2019), nos permite apreciar este tipo de cambios ideológico-discursivos recientes en la esfera política brasileña.
El estudio de las palabras que están numéricamente sobrerrepresentadas, en cada una de las alocuciones de los presidentes brasileños, caracteriza el vocabulario propio de cada mandatario, en particular en lo referente a los sujetos del discurso. Así el análisis evidencia que, proporcionalmente, el discurso inaugural de Bolsonaro se caracteriza por el profuso empleo de términos como “Deus”, “familia” y “nação”, entre otros que revelan distintos tópicos evocados por el mandatario (ordem, paz, prosperidade). Por su parte, las alocuciones de Rousseff se identifican con el uso específico de palabras como “Lula”, “povo” y “mulher”, además de repasar otros asuntos propios a su retórica (união, força, oportunidade). En lo concerniente a Da Silva, encontramos términos como “companheiros”, “trabalhadores” y “gente” aparte de temas distintivos de la oratoria del líder del Partido de los Trabajadores del Brasil (crescimento, distribuição, democracia).
En este sentido, los sujetos del discurso en los casos de Da Silva y Rousseff refieren fundamentalmente a dilatadas colectividades humanas (pueblo, gente) y conjuntos de personas divididos por clase social, militancia política o sexo (trabajadores, compañeros, mujeres). En contraste, el discurso bolsonarista se distingue por el énfasis que hace al hablar de la divinidad, de la cercanía e intimidad del círculo familiar y del conglomerado nacional unificado en torno a un origen y valores tradicionales comunes: “Não podemos deixar que ideologias nefastas venham a dividir os brasileiros. Ideologias que destroem nossos valores e tradições, destroem nossas famílias […] Peço ao bom Deus que nos dê sabedoria para conduzir a nação” (No podemos dejar que ideologías nefastas vengan a dividir a los brasileños. Ideologías que destruyen nuestros valores y tradiciones, destruyen nuestras familias […] Pido al buen Dios que nos dé sabiduría para conducir la nación).
La especificidad léxica bolsonarista parece brindar indicios de un agotamiento de la hegemonía ideológico-discursiva que caracterizó durante los últimos años la esfera política brasileña. Aún quedan por evaluar las repercusiones de la irrupción de esta postura antiglobalista que, remozando la defensa de valores religiosos, nacionalistas y tradicionalistas, parece haber superado con inusitada potencia los habituales clivajes políticos en el país amazónico.
El autor es Lingüista.
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