Alejandro Veliz Lazo
De acuerdo con algunas referencias, en el año 2016 se tiene 104 feminicidios, en 2017 son 106, en 2018 (hasta septiembre) 85 feminicidios, no existen todavía datos de los meses de octubre, noviembre y diciembre de este último, todo a nivel nacional.
Los departamentos que están en la cresta de la ola, por estos hechos más que lamentables, son Santa Cruz a la cabeza, le siguen La Paz y Cochabamba. Este orden de prelación puede relacionarse con el número de población existente en cada uno de los ellos; también existen en los otros departamentos, pero en menor escala. La situación es altamente preocupante, pues estamos hablando de vidas humanas, no importa de qué estrato social son, vidas que jamás serán recuperadas.
Ya en marzo de 2013, el gobierno central promulgó leyes de la mujer: Ley integral para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia, Ley No. 348, que justamente era para frenar la ola de violencia intrafamiliar y el feminicidio.
¿Cuál es el resultado a 6 años de puesta en praxis esta ley?, ¿ha disminuido la violencia intrafamiliar en los hogares bolivianos? ¿Ha parado el feminicidio? La respuesta categórica es NO; no solo no ha parado, sino que se ha incrementado este fenómeno social lamentable e indeseable.
Recordemos que en 2012 se tenía 99 feminicidios, en 2011, 96 feminicidios, en 2010, 89 feminicidios, a nivel nacional. Las cifras son claras, sin la existencia de ley eran menos, aunque casi siempre de manera ascendente cada año, de acuerdo con los datos que maneja el Centro de Información y Desarrollo de la Mujer.
Desde el punto de vista de la lógica de la ley, debieran disminuir la violencia intrafamiliar y los feminicidios, tomando en cuenta que la ley castiga al infractor; por eso el artículo 2 de la mencionada ley dice: “La presente ley tiene por objeto establecer mecanismos, medidas y políticas integrales de prevención, atención y protección y reparación de las mujeres en situación de violencia, así como la persecución y sanción a los agresores, con fin de garantizar a las mujeres una vida digna y el ejercicio pleno de sus derechos para vivir bien”.
Por otro lado, el Código Penal en su Art. 252 es más preciso en estos casos, y sostiene: “Se sancionará con la pena de presidio de 30 años, sin derecho a indulto, a quien mate a una mujer (…)”. Pero el resultado es exactamente al revés. Entonces la pregunta del siglo es ¿qué está pasando, por qué no hay miedo y obediencia a la ley?
Por lo señalado y mucho más, a juicio nuestro no es solamente elaborar una ley y por gravedad vendrán los resultados. Existe otro elemento fundamental, vital para avanzar en la resolución de la violencia intrafamiliar y el feminicidio a mediano y largo plazo: la educación.
Porque nos damos cuenta que existen patrones culturales impuestos en la cabeza de las personas, que son duros de roer, que vienen cargando desde los tatarabuelos, abuelos, los padres, del vecino, en definitiva de la sociedad en su conjunto.
Cuando hay un bebé, desde cuando llega su momento de juego, si es niña los padres le compran juguetes como ollas, muñecas, platos, cucharas; si es niño le van comprando autos, pelotas, pistolas, robots. De yapa, no enseñan a mirar la televisión ni controlan. Los niños, niñas están viendo cómo un hombre tiene dos, hasta tres mujeres o viceversa; luego estalla la violencia.
Desde aquí parte el fenómeno, se está generando una división tajante entre hombre y mujer y señalando su futuro por donde tiene que transitar para arribar al destino que espera, más temprano que tarde. Es decir, se está diciendo que la mujer viene para cocinar, lavar platos, pañales, atender la wawa; en cambio el hombre para manejar el auto, tractor, para disparar revolver, para ser fuerte como Kalimán, en definitiva para mandar.
Cuando llegan a la edad de adolescencia y la juventud con esos anteojos miran la realidad, la vida; la mujer tiene un rol específico y él otro. ¿Es grave, no? Es en esa perspectiva que llega el momento de tener pareja y en consecuencia actúa, vale decir, pone en praxis todo lo que ha aprendido, lo que ha escuchado y lo que la visto.
El pedagogo colombiano Rafael Flores Ochoa, uno de los relevantes que tenemos en el continente, en una de sus conferencias magistrales, en fecha 13 de mayo de 2011, en el Paraninfo “Libertad” de la Escuela de Comando y Estado Mayor de Cochabamba, ha dicho: “lo que aprende el niño de 0 a 12 años es lo que se queda para toda la vida, con el correlato de una vida sana, respetuosa y productiva o funesta”.
Se advierte claramente que la educación juega un papel preponderante en la vida de las personas, pero, ¡desde abajo! Los jóvenes creen, por ejemplo, que su novia es de él, y cuando se casan, piensan que es su propiedad privada. Mal, ¿no?
En realidad la vida no es de nadie, la vida es de uno mismo, el casamiento, el matrimonio en el fondo es un simple contrato social, donde debiera existir un trato respetuoso, equilibrado y productivo en el marco de un proyecto común de vida, pero nadie es propiedad de nadie.
Cuánto de lo poco que se ha mencionado falta en los hogares, cuánto de lo mencionado falta enseñar a nuestros niños, adolescentes, jóvenes, que hoy además están viviendo cada día embobados por los celulares, donde a cada hora o menos circulan diferentes tipos de pornografía, dañina de principio a fin para la mente, que también contribuirá al tema en cuestión.
En gran parte la violencia intrafamiliar y el feminicidio obedecen a estos vacíos educativos que no sé si las autoridades judiciales y educativas se percatan, parece que no, sino harían algo, hablarían de la insuficiencia de la ley, hablarían de la gran necesidad de reformular mallas curriculares o, por lo menos, de añadiduras de materias urgentes. Pero que quede claro, la ley sola no funcionará si no está acompañada con EDUCACIÓN.
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