“¿Qué quiere decir Bolivia? Un amor desenfrenado de libertad, que al recibirla vuestro arrobo, no vio nada que fuera igual a su valor”, señaló, en un Mensaje, el Libertador Simón Bolívar (*).
Bolivia, glosando los términos del Libertador, se traduce por “un amor desenfrenado” a la libertad. O sea un terreno fértil para cultivar ese sublime ideal. Proceso político que no tiene precio, es decir, sin “igual a su valor”.
Este jirón patrio ha sido desde siempre el semillero de espíritus rebeldes que se desvivieron por la libertad. Su nombre honra a ese genio militar venezolano, quien, luego de haber liberado a varios países del dominio foráneo, murió pobre y olvidado. Pues no hizo fortuna, porque no era corrupto. Estuvo al servicio exclusivo del objetivo libertador y no estuvo supeditado al afán de amasar fortuna.
Espíritus rebeldes que jamás se doblegaron ante ningún poderoso, de origen nacional o extranjero, sea cual fuere su condición política, social o económica. Su rebeldía arrasó con todos los ídolos que tenían pies de barro. Ello ha ocurrido no sólo en dictadura sino también en democracia. En todos los tiempos, por supuesto.
Nuestros mayores, entre hombres y mujeres, sin medir consecuencias, lucharon a brazo partido por obtener la preciada libertad. Tuvieron que romper, para tal efecto, los eslabones de la cadena opresora. Gracias a esa actitud contamos con una Bolivia libre, independiente y soberana. Una Bolivia libre de toda atadura extranjera. Ahora el deber de cada uno de los bolivianos es preservarla en esa situación. Acá no tienen cabida las insinuaciones entreguistas. La ciudadanía está preparada para defender a Bolivia digna, en el contexto continental.
Los bolivianos, por lo visto, no han nacido con el alma de esclavos, tampoco vivieron devastados por el derrotismo. Por consiguiente: ratificaron, en toda circunstancia, su vocación liberadora, en la histórica perspectiva de construir un mundo mejor, fundado en la justicia, en el bienestar e inclusión social. Lo hicieron con muchas esperanzas.
En el pasado reciente la ciudadanía, con una férrea unidad, derramó grandes dosis de sangre por reconquistar la libertad, sinónimo de democracia, conculcada por intereses sectarios. Lo hizo por propia voluntad, sin que medie consigna alguna. Hasta que logró la reposición de una convivencia con respeto a los derechos humanos y a las divergencias político – ideológicas.
Bolívar es el Padre de la Patria. En consecuencia: su rebeldía ha recaído, de una u otra manera, sobre todos quienes se acogieron bajo la sagrada tricolor. De ahí que los quebrantadores de la libertad, ante la ofensiva popular, acabaron huyendo.
En suma: la libertad fue la prioridad en todos los tiempos.
(*) “Mensaje del Libertador al Congreso Constituyente de Bolivia”. Lima, 25 de mayo, 1826. EL DIARIO, La Paz – Bolivia, 6 de agosto, de 1974.
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