Edgar Ergueta Avila
El ciudadano común se siente desilusionado de su “ciudad maravilla” apenas se mueve unos cuantos metros de su domicilio. Eso resulta peor si se tiene que trasladar más allá de su barrio de residencia hacia otras zonas o hacia el centro de la ciudad o, simplemente, si quiere dar un corto paseo. Las causas de ello son: el montón de desperdicios que interrumpen el paso por doquier; cerros de material de construcción o deshechos de obras realizadas, que los propietarios de los edificios olvidaron retirar sine die; pequeños muretes que interrumpen el paso y obligan a dar saltos, dado que los vecinos los construyeron para evitar anegaciones del tiempo de lluvias en las casas mal construidas; desniveles de paso en los garajes, hechos para facilitar el ingreso o salida de los vehículos, sin importar el perjuicio a los transeúntes; tremendo desgaste o agujeros en las aceras, de parte de vecinos que olvidaron que el mantenimiento de las mismas es de su competencia; cercos de protección de jardineras, tan mal hechas por la Municipalidad que sus puntas de lanza filosas o alambres de púas están dispuestos para lastimar a transeúntes desprevenidos o que por mala suerte pierdan el equilibrio o, lo que es peor, dañar a niños de corta edad; esas mismas puntas metálicas están en los lugares menos esperados, porque quedaron como partes de postes o avisos que fueron retirados; basurales por doquier, especialmente alrededor de las casetas dispuestas por la empresa encargada de la limpieza, etc., etc. A propósito de estas casetas, se anota sus malas ubicaciones, ya que privan de acera o parqueo en muchos lugares.
Eso en cuanto a las aceras de circulación de peatones, si vamos a las calzadas nos encontramos con innumerables trampas que asechan a los conductores de vehículos, ellas van desde grandes huecos que aparecen en cualquier momento, con peligro de destrozar la suspensión de los motorizados, pasando por falta de tapas o cubiertas mal elaboradas de cámaras de alcantarilla o desagües pluviales, que son trampas destructoras de los bajos componentes automotrices, hasta capas asfálticas de mínimo espesor, tipo calamina corrugada, que producen una sola tembladera al conductor y no le permiten mantener la firmeza del volante de dirección.
En consecuencia, debemos convenir que las calles y avenidas de nuestra ciudad representan realmente un armado de trampas para los tantos vehículos privados y colectivos que circulan.
Casi con seguridad que en todas las “ciudades maravilla” cualquier vecino tiene derecho a entablar procesos judiciales a las concejalías o entidades de servicios públicos de agua y luz, cuando alguno de los desperfectos mencionados afecta o hace daño a su libre circulación peatonal o al franco transporte de su vehículo, obteniendo la correspondiente satisfacción que le permita resarcirse de los daños y perjuicios que pudieron haberle causado tales despropósitos.
Se puede seguir mencionando otras múltiples dificultades que se encuentran en nuestra ciudad, como el peligro de los tejados a punto de desprenderse, etc., sin embargo, se considera más importante dar sugerencias a las empresas públicas responsables del funcionamiento y la estética de nuestra “ciudad maravilla” para que piensen en soluciones prácticas y sencillas que podrían caber. En ese afán, tomando en cuenta que dichas oficinas públicas no cuentan con un eficiente departamento de seguimiento de los trabajos que realizan y, por otra parte, que no existe una unidad de vigilancia contra las deficiencias que se presentan en una gran ciudad, debido a negligencia o fallas de sus habitantes, a continuación se sugiere un sistema de responsabilidad compartida entre los ciudadanos de buena voluntad y las correspondientes autoridades municipales o de servicios básicos como son Epsas y de La Paz.
Vale decir, la creación de oficinas específicas en cada una de las Subalcaldías o dependencias de servicios básicos de agua y energía eléctrica, dirigidas a coordinar con los ciudadanos la identificación de problemas como los referidos. En tal sentido, todo ciudadano, a través de sus actividades ordinarias diarias, podría convertirse en inspector para observar las irregularidades que se presentan en la ciudad. Cuando el ciudadano encuentre una irregularidad, tomará debida nota del lugar de ocurrencia y la dirección correspondiente del hecho, llevando dicha información a la oficina específica del ente público pertinente.
En esa oficina participará la información detallada que se requiera, ya sea para que dicho ente público realice el trabajo, si le corresponde, o para notificar al vecino cuya labor de reparación, limpieza o enlucido sea de su competencia. La autoridad respectiva y el mencionado ciudadano denunciante se pondrán de acuerdo en la actividad que se debe realizar y en el plazo de su ejecución. Esta actuación tendrá por resultado una notificación que se entregará a la empresa o al habitante en falta correspondientes, para que en el tiempo estipulado se dé solución al conflicto.
Las autoridades pertinentes o los vecinos que dieron el parte respectivo de la deficiencia encontrada se deberán convertir en seguidores de los trabajos a efectuarse, de modo tal que se dé solución al problema planteado en el plazo que se especifique y se hubiere notificado.
De no darse solución al compromiso en el plazo establecido, se podrá hacer un llamado de atención mediante prensa si la incumplidora es la entidad pública o se pondrá una sanción económica al vecino. Esta multa se podrá cancelar como añadido al pago de los respectivos impuestos municipales o tarifas de agua o luz.
Demás está indicar que el aporte de los ciudadanos deberá basarse en su buena voluntad y, por supuesto, ser ad honorem.
El autor es Ingeniero.
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