El paladio, un metal noble que resiste oxidación y corrosión, tiene la peculiaridad a temperatura ambiente de absorber hidrógeno hasta 900 veces su volumen sin cambiar en sí de volumen, lo que lo convierte en un insumo óptimo para la producción de catalizadores de tubos de escape de automotores, que hoy consume el 80% del paladio producido. Convierte hasta el 90% de gases nocivos (monóxido de carbono, hidrocarbonos y dióxido de nitrógeno) en elementos inofensivos (nitrógeno, dióxido de carbono y vapor de agua).
Se trata de un metal raro, blando, dúctil, maleable de color plateado, parecido químicamente al platino y al rodio, posee el número atómico 46 en el grupo 10 de la tabla periódica de elementos. También se usa en la fabricación de teléfonos celulares y joyería, en las industrias electrónica, odontológica, medicinal, en la purificación de hidrógeno, en otras aplicaciones químicas, en el tratamiento de aguas subterráneas, y es cada vez más cotizado en la fabricación de pilas de combustible que hacen reaccionar el hidrógeno con el oxígeno para producir electricidad, calor y agua.
El precio del paladio subió en los años 2000 como resultado de las dificultades de conseguirlo en Rusia que lo produce, y la demanda de la fabricación de catalizadores. Hoy su precio sobrepasa al del oro, ya que en diciembre, 2018, llegó a $1243,02 la onza en Londres por primera vez en 16 años, según Typhany Hsu del NYT. La demanda de paladio ha aumentado paulatinamente en los últimos 8 años y se calcula que en 2019 alcance un déficit de 1,2 millones de onzas. Se trata de uno de los más cotizados metales del momento. Su precio ha subido más del 50% de septiembre a diciembre y en enero escasea.
Las vetas de paladio son escasas, comparadas con otros metales o metaloides. Se encuentran a veces en minas de cobre y níquel, por lo que habría que buscarlo en Minera Chuquicamata, Cobresal (El Salvador), Minera Andina, El Teniente y Corocoro, aunque éstos no figuran como fuentes del metal, hasta ahora. Se lo encuentra sobre todo en la llamada “franja norítica” del Complejo Bushveld Igneous que está en la cuenca Transvaal de Suráfrica. Se trata de una roca ígnea plutónica llamada comúnmente norita. Los elementos asociados al níquel, como el paladio, están a menudo en noritas. Las rocas plutónicas o intrusivas son resultado de un enfriamiento lento, en magma de gran profundidad.
Otros yacimientos de paladio se encuentran en el Complejo Stillwater, Montana, EEUU; en la cuenca Sudbury y el distrito de Thunder Bay en Ontario, Canadá; y el Complejo Norilsk de Rusia, el que más produce. También se recicla extrayéndolo de catalizadores desechados. Su escasez hace que su búsqueda, como oportunidad de inversión, sea cada vez más atractiva aunque la demanda de paladio acaso se vea afectada por inversionistas que prefieran el oro, en vista de la pausa en el crecimiento de la economía mundial, las pugnas internacionales de comercio sobre todo entre EEUU y China, las dudas del mérito de las reducciones de impuestos en EEUU, además de los vaivenes de su mercado de valores, y la creciente demanda de vehículos eléctricos.
El paladio (símbolo químico Pd) fue descubierto por el inglés William H. Wollaston y purificado en julio, 1802. El término paladio (palladium en inglés) viene del nombre del asteroide Pallas que a su vez proviene del griego palladion que denota una imagen de la diosa Pallas o Athene… de la que dependía la protección de Troya.
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