Buscando la verdad
“Quiero anticipadamente saludar los mensajes del sector privado boliviano, especialmente cruceño (…). Soy sincero, me costó entender el tema del etanol, pero bajo un acuerdo público-privado hemos empezado, durante el 2018 comenzamos con la producción de etanol (…). El 2019 comenzaremos a producir biodiesel: aumento de la frontera agrícola y el empleo del sector, reducción de la importación de diésel, mayores ingresos para el país y nuestros productores, por tanto habrá nuevos movimientos económicos en el sector agropecuario, especialmente en el Oriente boliviano”, son algunas de las expresiones que llamaron mi atención del “Informe Presidencial - 13 Años de Gestión” brindado por el Primer Mandatario el 22.1.19.
Fue un discurso breve que exaltó lo positivo en un escenario donde -desde el 2015- lo que en materia económica debería estar subiendo está bajando y lo que debería estar bajando está subiendo, y aunque es cierto que Bolivia no es más la de 14 años atrás, con la “década de oro” vivida -haciendo mejor las cosas- hubiéramos estado en otra posición. Analicemos el caso de los biocombustibles…
El Presidente tardó 12 años para tomar la decisión de que Bolivia ingrese a su producción, con la inmediata reacción de los ingenios sucroalcoholeros para invertir en plantas deshidratadoras de alcohol y capacidad de almacenamiento. Un simple anuncio -como lo dijo el Presidente del Ingenio Azucarero Guabirá S.A., Ing. Mariano Aguilera- aún sin un contrato de compra con YPFB, bastó para motivar la decisión de invertir, al igual que en el sector cañero.
Pero… ¿qué hubiera pasado si la decisión se hubiera dado antes? Del 2006 al 2018 Bolivia importó gasolina por 2.100 millones de dólares. Se pudo haber ahorrado esas divisas, amén del efecto multiplicador de producir alcohol anhidro como aditivo y luego para su uso directo en vehículos flex fuel.
Con el diésel, peor. Entre el 2006 y 2018 su importación fue de 7.700 millones de dólares al no poder producirse biodiésel en Bolivia, lo que hubiera generado un tremendo impacto económico positivo.
Estamos hablando de la importación de combustibles negros a los que paradójicamente defienden los activistas -al denostar los combustibles verdes- y no andar ellos en bicicleta o a pie, sino en autos convencionales que solo contaminan el medio ambiente con Gases de Efecto Invernadero.
Por personas como esas el Presidente no tomó antes aquella decisión y por igual razón se demora hoy la autorización del pleno uso de la biotecnología… ¡una pena!
El autor es Economista y Magíster en Comercio Internacional.
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