Clepsidra
Desde la crisis de los misiles, en octubre de 1962, debida a la instalación en Cuba de cohetes con capacidad nuclear por parte de la Unión Soviética, no recordamos haber vuelto a vivir una experiencia similar, que haya estremecido al mundo entero y, en especial, a quienes la vivimos en Alemania, país que acababa de salir de la Segunda Guerra Mundial, todavía traumatizado por el terror que conllevó esa tragedia.
Recordamos aún, con justo pánico, aquellas escenas de confrontación entre tanques norteamericanos y rusos, en la famosa Puerta de Brandemburgo en Berlín, prestos a iniciar una catástrofe de insospechadas consecuencias que, providencialmente, sólo devinieron en el inicio de la “guerra fría”, como resultado de juiciosas negociaciones.
Sin embargo, pasadas cinco décadas de dicho entente y relativa calma, hete ahí que los tambores de la guerra vuelven a redoblar, con los mismos protagonistas de hace medio siglo, pero con diferentes argumentos. Si ayer los motivos se basaban en fundamentos doctrinarios, filosóficos, o geopolíticos, hoy nos encontramos con que estos principios se han simplificado hasta el extremo del más avieso cinismo, donde el crimen organizado y delincuencial ha sustituido a todos esos preceptos.
Aquellos místicos y sagrados ideales de la guerrilla cubana triunfante, que bajaba de la Sierra Maestra con el noble propósito de erradicar de su patria la industria del juego y la prostitución, símbolos de la decadencia capitalista, y sustituirlos por una gran producción de caña de azúcar, que logre alcanzar las diez millones de toneladas, muy pronto se vieron frustrados y sustituidos por una cínica política parasitaria que se ha constituido, hasta nuestros días, en la característica del régimen monárquico y comunistoide que gobierna la isla.
A medida que los países mangueados iban sintiendo la enorme carga que significaba esta sangría, y la cortaron para sobrevivir, como fue el caso de la Unión Soviética, los Castro reorientaron sus fauces hacia Sudamérica y crearon, quizás sin proponérselo, la mayor transnacional del crimen organizado de la que se tenga memoria en el planeta, como es el Foro de Sao Paulo. Con una Venezuela vilmente expoliada, y otros países de la región: como el Brasil, la Argentina, el Ecuador, etc., prontos a sucumbir en la misma suerte que corrió ese noble país caribeño, vimos al negocio del narcotráfico entronizado en ellos e implantando una narcocadena productiva, que va desde el lavado de dinero, el contrabando, la trata de personas y otros, hasta emprendimientos como Odebrecht y actividades derivadas, llegando a superar con creces y fácilmente, el rendimiento de la industria petrolera, que también la pudrieron con sus tropelías.
La conexión rusa no está ausente de este aquelarre. Putin es el Prior de la orden y el encargado de expandirla en Europa, de ahí su desmedido e inusitado interés por nuestra región, aun a costa de incendiar al planeta o, al menos, volver a iniciar la guerra fría.
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