En cuanto a la reciente realización de elecciones primarias impuesta para los partidos político y ordenada por ley, es suficiente captar lo que sostiene la opinión pública, que califica sin rodeos que fueron un fracaso rotundo, afirmación que fue reflejada por el periodismo nacional e inclusive el presidente Evo Morales puso en duda su eficacia, al afirmar que algo huele mal en el Tribunal Supremo Electoral, acerca del que sostuvo que “Alguien está manipulando, alguien está usando y alguien nos quiere perjudicar desde el Tribunal Supremo Electoral”, mientras un ciudadano de a pie confesó que “el 21-F fue la muerte del partido de gobierno y el 27-F su entierro” o “el tiro le salió por la culata”.
Las cifras del evento son contundentes. Por un lado, la oposición no participó, por una abstención de hecho, mientras dos tercios de los miembros de la tienda gobernante guardaron silencio y solo un tercio, o menos, hizo conocer su voto a favor de sus candidatos.
Pero ya no se trata de hacer observaciones específicas, sino de obtener algunas enseñanzas, de tal manera que cuando se insista en el recurso, no se caiga en los mismos errores de gran envergadura.
En primer lugar, no se debe olvidar que las primarias son un procedimiento democrático adoptado por los electores de Estados Unidos, desde hace alrededor de doscientos años y mostró gran eficacia, por su carácter libre, democrático, sin intervención del Estado en su aplicación, etc. En segundo lugar, en Bolivia estas primarias se efectuaron bajo control del gobierno, fueron una imposición a los partidos, estaban sometidas a diversas intervenciones políticas, etc., los partidos resultaron, en síntesis, agencias que actuaban a gusto y capricho del gobierno para favorecer su pragmatismo.
El sentido y forma cómo se efectuó este experimento electoral resultó antidemocrático y fascista, por tratarse de una imposición arbitraria, sin sentido y quebrando los más elementales objetivos lógicos o de mero sentido común, como ser la libertad y la posibilidad de elegir a un candidato entre varias fórmulas y no una sola.
El sistema de las primarias debería ser practicado por los partidos, pero en absoluta libertad y democracia, por decisión propia, cuando lo deseen, sin control ajeno, con sus propios fondos, sin la intervención del gobierno y también, si desean, no realizarlas. Deberá ser un mecanismo accionado de manera absolutamente voluntaria, de carácter interno y de acuerdo con sus estatutos. Es más, el gobierno no deberá intervenir con el sistema imperial y fascista con el que procedió, por decir lo menos. En esencia: Primarias sí, pero no así.
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