Clepsidra
A pocos días de haber cumplido veinte años de vida, la dictadura de Venezuela comienza a mostrar una insoslayable fatiga de material que, para mantenerse en el poder, se ve obligada a echar mano a las más abyectas prácticas delictivas en contra de su pueblo, peores aún que cualquier tiranía haya cometido en el pasado.
Con la debida aquiescencia y patrocinio de los países que lo respaldan en su cruzada, el presidente de la Asamblea Nacional y actual presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, ha creado el Plan País, una novedosa e inédita estrategia consistente en filtrar enormes cantidades de ayuda humanitaria a Venezuela, a través de Cúcuta, ciudad fronteriza con Colombia; de Roraima, frontera con el Brasil; y desde la Isla de Aruba, en el norte, donde EE UU cuenta con una base naval; con la intención de poner a prueba la solidaridad de los militares leales a Maduro, con su pueblo, al tiempo de dejar pasar libremente dicha ayuda a sus destinatarios.
De oponerse a esa labor altruista, provocarían la justa protesta de los camaradas que desean franquear dichos donativos, y ese desencuentro marcaría el inicio de acciones violentas respaldadas por los civiles que se encuentren en las proximidades, donde los chavistas llevarían la peor parte. De tornarse negativa la situación para las tropas portadoras de la ayuda, éstas contarían de inmediato con el apoyo de las fuerzas militares extranjeras acantonadas en las ciudades citadas. Bajo esta hipótesis, podemos inferir que no habrá una intervención directa de tropas extranjeras, como fue el caso de Panamá o Granada, sino una operación de apoyo, que es muy diferente.
Tales suposiciones han llenado superabundantemente las redes sociales, ciertas o inexactas tales noticias, existe una total unanimidad en la opinión pública mundial, de que la tiranía chavista ha excedido todos los límites de la indecencia y la obscenidad, como ninguna otra en la historia de la humanidad.
La historia universal no registra la existencia de una satrapía bicéfala, como la existente en la noble tierra del Libertador, donde un autobusero funge de presidente y de vicario de los Castro para cuidar sus intereses, y un descabellado exteniente comanda el Cartel de los Soles, un organismo criminal integrado por generales comprometidos con el narcotráfico. Como corolario de este cuadro surrealista está el Padrino, disfrazado de general, que con fidelidad perruna cumple las órdenes de sus jefes socialistas del Siglo XXI.
La mayor hazaña administrativa del tirano fue depauperar a uno de los países más ricos de la tierra, hasta el extremo de lograr que más de tres millones de venezolanos huyan de él y muchos de los que quedaron tengan que rebuscar su sustento en los basureros. Para el logro de ese avieso objetivo practicó una vasectomía legislativa dirigida a inutilizar el Congreso legítimamente elegido por el pueblo, y sustituirlo por la Asamblea Nacional Constituyente que, como último engranaje de su diabólica manipulación, cope todos los poderes de la república y, junto a los vividores que lo acompañan, celebren su permanencia perpetua en el poder, en este año del cerdo, cuando se recuerda los veinte años de iniquidad.
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