Ambas instituciones multilaterales, BM y FMI, coinciden en sentido de que el año 2019 será “poco auspicioso para la economía mundial, debido al debilitamiento del comercio y de la inversión; asimismo, por la desaceleración de las economías avanzadas que reducirán las compras de materias primas; igualmente, que el endurecimiento de las condiciones financieras mundiales y la caída de precios de las materias primas que generaron las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China contribuyeron a que el crecimiento se desacelerara”.
En relación con América Latina, dice el respectivo informe: “La región a su vez se vería perjudicada en mayor medida si las condiciones financieras mundiales se endurecen más, lo que incluye aumentos repentinos de la volatilidad financiera mundial, un incremento de las tasas de interés de Estados Unidos y una apreciación del dólar; además, un incremento de la volatilidad en los mercados mundiales podría generar una reducción de los flujos de capitales hacia la región, lo que podría afectar el potencial de inversiones”.
En relación con Bolivia, ambos organismos multilaterales coincidieron en que se registrará en 2019 un menor dinamismo de la economía. El Banco Mundial expresó, hace poco, que “Bolivia ingresará a un escenario de desaceleración económica y vaticinó que en 2020 el Producto Interno Bruto descenderá a 3,4 por ciento, al igual que en 2021”.
Los problemas económico-financieros y comerciales existentes entre Estados Unidos y China, forzosamente tendrán consecuencias para el resto del mundo y, mucho más para los países del Tercer Mundo que aún enfrentan, en su mayoría, los rigores de la extrema pobreza que no pueden superar. Se considera en la mayoría de los países pobres que solamente inversiones que signifiquen crecimiento económico mediante la producción de artículos de uso y consumo que satisfaga las necesidades de los pueblos inmersos en extrema pobreza y su posible inclusión en el campo de las exportaciones, podrá conseguir que se enfrente cualquier situación grave que cree la desaceleración; pero el problema adquiere mayor gravedad porque si no hay soluciones para los graves problemas de los países ricos y desarrollados, menos se podrá conseguir remedios para los pobres.
Todo el panorama mundial muestra problemas graves que, en todo caso, podrían remediarse si hubiese en los países llamados “grandes y ricos” una especie de abandono de las posiciones hegemónicas que cada uno quiere alcanzar; pero está comprobado desde hace siquiera tres décadas, que nada puede superar las posiciones de soberbia y orgullo que caracteriza a esos países que solamente buscan solucionar sus problemas, olvidando que el orbe tiene muchos pueblos, con miles de millones de personas, que requieren soluciones para sus graves dificultades que, más temprano que tarde, pueden determinar consecuencias negativas para los ricos y desarrollados porque, innegablemente, la pobreza resulta una especie de bomba de tiempo.
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