El país, con una economía de exportación básicamente de estaño y de algunos otros minerales, ha vivido situaciones políticas de zozobra e incertidumbre, en la década de los 70, del siglo pasado. Hechos que reeditaron tiempos ignominiosos del pasado.
En este contexto, el pueblo boliviano ha sido testigo de la sucesión de ocho “presidentes”, los más de facto, en un periodo de diez años. Es decir seis uniformados y dos civiles, con tendencias político-ideológicas dispares.
Los objetivos democráticos no cabían en la mente de la mayoría de aquellos. Tampoco los Derechos Humanos, la libertad de prensa ni la vigencia de partidos políticos. Asumían actitudes de fuerza para intimidar, para reducir y silenciar, la voz de los adversarios.
El epicentro de tales sucesos fue la ciudad de La Paz, sede de gobierno, que, a principios de esa década, contaba con una población de 538.316 habitantes. Y con 654.713 habitantes en 1976.
Crecía, en tamaño y población, como la principal ciudad de Bolivia. Ha sido, es y será, el escenario político nacional. Ha cambiado el rumbo de nuestra historia. Ha tumbado a los tiranos, en pos de la libertad, quienes huían, “patitas para que te quiero”, con dirección a El Alto.
En esa época había dos universidades: la estatal de San Andrés y la Católica de la Iglesia. Todavía no habían proliferado las privadas.
Entre sus industrias figuraban las textiles, plásticas, productos farmacéuticos, cerveza, bebidas gaseosas, etc.
En septiembre de 1971, en consonancia con trámites anteriores, el nuevo estudio de diseño final de la autopista La Paz-El Alto fue presentado al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), a fin de obtener un crédito para su construcción. La Paz requería una nueva carretera para dinamizar la actividad del comercio y de la industria, dos rubros importantes en esos días.
La ciudad de La Paz ha sobrellevado, heroicamente, las bravatas de aquellos políticos que se daban las ínfulas de “salvadores de la Patria”. Ellos que sembraron, en ciertas circunstancias, de muertos sus calles o bañaron con sangre su rostro. Pero la urbe jamás se amilano ni sucumbió ante la arbitrariedad, ante el capricho y los intereses mezquinos, de los referidos.
En suma: La Paz, sede de gobierno, pese a todos estos factores negativos, siempre ha buscado los derroteros del bienestar y progreso, con el esfuerzo mancomunado de sus hijos, nacidos de su seno o prohijados.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |