Todo muestra que en tiempos pre-electorales, es necesario recordar a los partidos políticos, tanto del oficialismo como de la oposición, que en la forma y fondo de sus campañas deberían interesar solamente los intereses y conveniencias del país y dejar postergado todo lo referido a las tiendas partidistas que, conjuntamente sus jefes e integrantes, sólo deben ser instrumentos de servicio al presente y futuro de la nación.
Nadie duda del convencimiento que pudiesen tener los partidos políticos, especialmente en sus cúpulas de dirigentes, que buscan afianzarse en el poder o alcanzarlo con miras a servirlo y luchar por la solución de sus problemas; en otras palabras, gobernar en provecho del bien común; pero, la forma y alcances que tienen sus campañas no muestran ello y, al contrario, parecería que pretenden alcanzar sitiales especiales favorables sólo a sus tiendas político-partidistas.
Alcanzar el gobierno de la República, fundada el 6 de agosto de 1825 con el concurso de las generaciones de ese tiempo, tiene que ser un honor para quien llegue a esa posición de entrega y servicio; pero, lo honesto y correcto es hacerlo con humildad y conciencia de país, sin aspavientos ni soberbias destructivas, sin muestras de petulancia y orgullos absurdos y, mucho más, sin señales de que el poder serviría para el enriquecimiento o mayor figuración, para alcanzar altos índices de vigencia del partido o grupo a los que se pertenezca.
Ser elegidos para cualquier función de gobierno, sea en el Ejecutivo, Legislativo o Judicial, es con la convicción de que es debido a que hubo el convencimiento en los electores de que el elegido reúne las condiciones necesarias y las reúne desde el inicio de sus campañas, desde los primeros anuncios de pretender una situación; no fueron elegidos solamente por sus condiciones profesionales sino por su alta moralidad, práctica de virtudes que, justamente en condición de servidores públicos, puedan hacerlas valores y principios.
Cuidado, pues, con la soberbia y la petulancia, dos defectos que muchas veces han perdido a quienes no han obrado con la suficiente humildad, sencillez y muestra de que las virtudes que poseen habían sido simples máscaras de estuco que, por el mínimo accidente, se caen y muestran personajes que resultan decepcionantes para quienes acudieron a las urnas y depositaron su voto de confianza y esperanza.
Está en proceso la campaña pre-electoral hasta que, posiblemente desde agosto, se profundice y se haga conocer programas e intenciones que pudiesen cumplir; los últimos dos meses pueden ser decisivos, pero como resultado de la conducta que se tenga en este período pre-electoral. Conviene que el pueblo, así como deposita su confianza en quienes cree, también la abstraen en la vida diaria conforme a lo que se haga y se cumpla.
Los políticos, especialmente los que integran el gobierno, deben comprender que el país es propiedad de todos los bolivianos y que nadie, absolutamente nadie, por poder que tenga debe considerarse dueño de todo; que el respeto y la consideración por los derechos del pueblo son inalienables, sagrados e intocables, pese a que en cualquier momento quienes hacen uso de la fuerza, traten de conculcarlo. El tiempo en que vivimos obliga igualmente a que los políticos de oposición no olviden los principios morales y mucho más aquellos que corresponden a los derechos humanos y, por ello, su actuar debe circunscribirse a principios éticos de lo que tanto se pregona en política partidista, aunque no se haga práctica de ellos.
Es preciso entender, finalmente, que los trece años cumplidos por el gobierno del MAS no han sido lo que sus dirigentes pensaban originalmente y que los extravíos han sido muchos y, conforme pasó el tiempo y había más dinero, se hicieron más patentes y negativos hasta el extremo de endeudar más al país y aumentar los déficits que el pueblo deberá pagar. Habrá que esperar, por todo ello, que el propio Presidente y su vicepresidente reaccionen serenamente ante el hecho de que en el tiempo que resta hasta octubre es preciso enmendar lo más que se pueda, mejorar lo que sea posible y evitar más yerros que, más temprano que tarde, les puede causar angustias y problemas. Es preciso que en todo se imponga una conciencia de país, desterrando lo que separa y enfrenta, lo que hace inviables muchas soluciones, lo que impide concordia y unidad y, lo importante es que se deje que el país tenga esperanzas de mejores días luego de las elecciones que tendrán que llevarse a cabo dentro de los cánones de la Constitución y las leyes; en marco de mutuo respeto entre todos. La práctica de conductas dignas mostrará a las mismas tiendas partidistas que primero deben estar los intereses y conveniencias del país y después, mucho después, los intereses del partido.
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