Solidez de Skarsgard y Akin
La 69 edición anual del Festival Internacional de Cine de Berlín está programada para el 7 al 17 de febrero de 2019
Berlín.- La solidez de dos actores -el sueco Stellan Skarsgard y la austríaca Valerie Parchner- equilibró la competición de ayer en la Berlinale, tras la sacudida dejada por el intento del director turco-alemán Fatih Akin de mostrar la Alemania más decrépita.
A Akin, Oso de Oro en 2004 con “Gegen die Wand” (“Contra la pared”), se le esperaba en Berlín como a un exitoso representante del cine alemán actual que regresa al festival que le catapultó entonces, ahora con “Der Goldener Handschuh” (“The Golden Glove”).
El papel protagonista de su nuevo filme corresponde a Jonas Dassler, al que se definía estos días en los medios berlineses como un nuevo talento interpretativo, metido en el papel de un asesino en serie de prostitutas, en el Hamburgo de los años sesenta.
Era el plato fuerte del día y la dirección de la Berlinale tuvo que improvisar una tercera sala para el pase previo ante los medios, tras quedar desbordada la capacidad de las dos inicialmente previstas.
A la expectación siguió un filme chocante, en que Akin coloca a su asesino, tomado de la vida real, entre el bar que da nombre al filme, un antro poblado por borrachos de ambos sexos tambaleantes, y el pestilente ático del barrio de St Pauli hamburgués donde va matando, troceando y escondiendo a sus víctimas.
El cóctel argumental hacia pronosticar algún paralelismo con los hermanos Ethan y Joel Coen o con Quentin Tarrantino, pero lo que se vio fue un filme sin genialidades de humor macabro, sino una mera exhibición de figuras grotescas, zafias, desdentadas y sombrías.
Si en “Gegen die Wand” retrató los desajustes de sociedades paralelas como la germano-turca, su nuevo filme parece ser la revancha del realizador de origen inmigrante empeñado en pintar el submundo decrépito de sus convecinos cien por cien alemanes.
En contraste con desconcierto que dejó en algunos “Der goldene Hanschuh” -y de la imposibilidad de comprobar si bajo las prótesis que se coloca a Dassler hay un gran actor-, el veterano Skarsgard y su colega austríaca aportaron talento más que reconocible.
El actor sueco interpreta en “Out Stealing Horses”, de Hans Petter Moland, a un viudo traumatizado por la muerte de su esposa, que vuelve al recóndito bosque noruego donde pasó su último verano con su padre, en 1948.
Los recuerdos de ese último verano discurren entre talas de árboles a hachazos, donde cualquier descuido podía llevarse por delante a un compañero o dejarle retorciéndose de dolor.
Ahora la tala es con sierras mecánicas, entre toneladas de nieve y conversaciones con un vecino que se presenta contándole que a los 19 años mató a un perro por orden de su madre, la pieza que le llevará a desentrañar el drama de un triángulo que es, en realidad, el cuadrilátero de confrontación entre el padre y el hijo.
Skarsgard es la introspección en el pasado, el hombre en pos del adolescente que fue -Jon Ranes- en esos tiempos en que un verano con el padre -Tobias Santelmann- no consistía en embelesarse en la tablet, sino en ducharse bajo la lluvia o deshacer a lomos de un caballo salvaje una madeja de troncos atrancada en el río.
“Moland siempre consigue hacerme volver a la naturaleza”, afirmó el actor, una especie de invitado fiel a la Berlinale, en alusión a su papel a “Kraftidioten”, el extraseco western polar dirigido por el realizador noruego, con el que compitió en ese festival en 2013.
El guion se basa en la novela del mismo título de Per Petterson y el gran protagonista es el bosque; pero la Berlinale acogió a Skarsgard como al viejo amigo al que siempre agrada ver, irónico e infalible, esta vez junto a un actor revelación, el joven Ranes.
La otra gran interpretación del día fue la de Valerie Pachner, la impecable y esbelta consultora de empresas a sanear -o cerrar-, con una hermana aquejada de paranoia esquizofrénica y por enésima vez ingresada en un psiquiátrico.
“Der Boden unter den Füssen” (“The Ground Beneath My Feet”), dirigida por Marie Kreutzer, parte de una situación que tal vez condenaría al filme a caer en lo previsible -confrontación entre la hermana perfecta y la destrozada- y el dilema de ceder o no a sus chantajes emocionales permanentes.
Pachner le dan la vuelta al esquema de lo consabido y convierte al ser perfecto en alguien vulnerable, al que coloca al borde de síndromes parecidos a los de la hermana. (EFE)
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