El fraude de los 10 centavos y la inexistente violación al Art. IV del Tratado de 6 de agosto de 1874
El famoso Secretario General del Gral. Mariano Melgarejo, Mariano Donato Muñoz, durante su permanencia en Santiago, con motivo de la firma del Tratado de 10 de agosto de 1866, otorgó concesiones graciosas de grandes extensiones con yacimientos de salitre, las cuales, después del derrocamiento del déspota, fueron dejadas sin efecto por el gobierno del Gral. Agustín Morales. Entre éstas, la Cía. de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta S.A., con influyentes accionistas chilenos e ingleses; renegoció su concesión, suscribiéndose el contrato transaccional de 27 de noviembre de 1873, con la gabela de exportar salitre libre de impuestos de exportación.
Y al año siguiente, en 6 de agosto de 1874, se celebra el Tratado, cuyo artículo IV dispone que los derechos de exportación de minerales no excederán la cuota de la que actualmente se cobra, así como “las personas, industrias y capitales de chilenos no estarán sujetos a más contribuciones de cualquier clase que sean que a las que al presente existen”.
Aquí surgió la falaz teoría de la violación al Art. IV, cuyo incumplimiento fue un engaño que, lamentablemente, todo el mundo se lo tragó, historiadores peruanos y bolivianos incluidos, con base en la “Exposición” del Canciller Alejandro Fierro, de 18 de febrero de 1879; porque según la transacción citada, la Cía. de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta estaba exenta del pago de impuestos de exportación, lo que evidencia que la prohibición del Art. IV del Tratado de 1874 no le alcanzaba, ya que la aprobación de la transacción “a condición de hacer efectivo, como mínimum, un impuesto de diez centavos en quintal de salitre exportado”, no constituía incremento de derechos de exportación.
Simplemente el Gobierno eliminaba la gratuidad de la exportación, porque el Tratado reconocía la existencia de un impuesto y lo que prohibía el Tratado, repetimos, es el aumento del impuesto, lo que no ocurrió. Pero la falacia de su interpretación sirvió de pretexto para la invasión de 14 de febrero de 1879 a Antofagasta y el inicio de la guerra preparada arteramente por Chile.
EL FRAUDE DE LA DECLARATORIA DE GUERRA DE BOLIVIA A CHILE
En ese hábito de falsear los hechos o de inventarlos ha sido campeón nuestro audaz vecino. Ha mostrado como blanco el negro cuando se trata de sus actos y son negros los nuestros siendo níveos. Este permanente comportamiento de temeridad, persistente en la acción, descarado y cínico, astuto en extremo, ha tenido el efecto de penetrar en la aceptación de los demás, tanto que hasta los bolivianos se han atragantado falsedades increíbles. Una de éstas es que todos los chilenos, historiadores incluidos, han difundido la especie de que Bolivia fue quien declaró la guerra a Chile el 1 de marzo de 1879, dictado por el Gral. Hilarión Daza y esta patraña la han creído verdadera, cuando el decreto de esa fecha es una medida precautoria adoptada por la víctima de agresión, porque la declaratoria de guerra en Bolivia, como en todas partes, es atribución del cuerpo legislativo, como hemos visto antes.
Pero había que dar justificación a la prosecución de la invasión que había iniciado y disfrazaron al Decreto de 1 de marzo de 1879 para culparle por la iniciación de la guerra y continuar con la depredación de los departamentos de Litoral de Bolivia y Tarapacá del Perú.
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