Están en cualquier lugar de nuestro enorme y a la vez pequeño planeta. Incluso manipulando las riendas del poder económico, político, etc. Es de suponer que existieron desde que el mundo es mundo. Hablamos de los energúmenos. Pero, a propósito, ¿qué se entiende por energúmeno? Se indica que esta palabra era utilizada ya desde la antigüedad para hacer alusión a quienes se comportaban o reaccionaban de un modo fuera de lo normal.
En una interesante nota escrita por Ricardo Soca y titulada “Origen de la palabra energúmeno”, marzo de 2016, se define: los romanos decían de esas personas que padecen de encantamientos. Los llamaban “energumenus” (latín), del griego “energoumenos”, concluyendo que con el advenimiento del cristianismo surgió la hipótesis de que se hallaban poseídas por el demonio. Asimismo, uno de los primeros autores españoles en utilizar esta palabra fue Benito Jerónimo Feijóo, en su Teatro Crítico Universal, en el año 1739. Además el vocablo ya figura en la primera edición del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Tal y como fue evolucionando la ciencia, se pudo ir conociendo que nada tenían que ver dichos comportamientos de esas personas con posesiones, demonios o espíritus malignos, quedando asignado simplemente ese término a todos los que tienen conductas furiosas, actúan de mala manera y sin educación alguna. Aunque hoy los diccionarios continúan usándolo para referirse a alguien supuestamente endemoniado o poseído por el diablo. Con el paso del tiempo la denominación energúmeno, describen, pasó a aplicarse a las personas que se descontrolan fácilmente o se enfurecen con violencia.
Esa definición alcanzaría entonces, por ejemplo, a bastantes personajes de la política mundial y latinoamericana –en Corea del Norte, Filipinas, entre otros- pues se comenta que, al parecer, no se les puede contradecir, más aún cuando por los mismos medios de prensa se sabe que sus reacciones virtualmente son por lo demás esquizofrénicas, ante lo cual la gente aparentemente “sensata” cree que “todo se puede esperar de quienes, opinan, están desquiciados”.
Con las noticias que llegan de manera recurrente sobre los dislates en los que incurren, pareciera que se confirma aquello de que son energúmenos. Y aunque todos tenemos en el fondo algo de energúmenos, esta condición negativa se exalta en mayor grado en aquellos que detentan niveles de dominio y mando sobre enormes conglomerados sociales.
De modo que controlar las energúmenas actitudes, o, la “energumanía”, ya es algo que hace falta imperativamente, por cuanto una sociedad, que ya padece de ansiedad, quiere vivir en equidad, justicia social y armonía, evitando percibir a diario destempladas declaraciones, aseveraciones disparatadas, amenazas, medias verdades, mentiras, poses altisonantes, actitudes de perdonavidas, ya que todo ello viene a martirizar mucho más la ya sufrida vida que lleva de por sí nuestra población.
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