Cuatro vientos
Tal vez, será que siendo muy joven, crucé decenas de veces el caudal del Río de La Paz, la mayor parte vadeando a pie y algunas, montado en una soberbia mula blanca, arisca como todas las de su especie.
En una sola ocasión, cuando una piedra golpeó mi canilla, para no ser arrastrado por las turbulentas aguas, logré agarrarme de un lazo que sujetaba la carona del animal. Así me salvé.
Han transcurrido décadas de aquellas lejanas aventuras, pero jamás las olvido. Son parte muy interna de mi vida y como decía, será por eso que, ahora, casi todas las madrugadas, me levanto y junto a “Chico” que es nuestra mascota, contemplo largamente las aguas del Río de La Paz.
Como es tiempo de lluvias, bajan con fuerza descomunal, trayendo en su agitado lomo, en su potente cresta, espuma nívea como la nieve, valga la redundancia.
El torrente tiene un cuerpo principal, vigoroso, que distribuye su caudal en brazos más angostos, hasta convertirlos en remansos de agua tranquila y en riachuelos diminutos.
Cada segundo el Río cambia el ritmo de sus aguas y también de color. De café como el barro, pasa a negro y luego se destiñe en grises y cafés más claros, mientras la espuma dibuja mil formas sin hundirse en aquel cuerpo de millones de metros cúbicos de agua.
Así es la vida y el Río de La Paz canta la filosofía del eterno movimiento y del constante cambio. Sus aguas entonan himnos sólo del futuro y aunque parte de su caudal parece estacionado, el fondo es renovado sin cesar, agua nueva, oxígeno nuevo y todo nuevo, sin retornar la vista atrás.
El Río es también un gran artista porque desmorona orillas, las mezcla con inmensos troncos y estas esculturas del instante sobreviven en islotes, como señales de tráfico que dan vía libre, al caudal que ruge salpicando su cresta blanca.
EL Río avanza y avanza, sin importar el obstáculo. Eterna e infinita vanguardia, como dije, buscando el futuro.
Trato de aspirar aquellas imágenes y que mi cuerpo las absorba, para seguir como el río, hacia adelante, pensando en el esfuerzo del caudal, por alcanzar el futuro.
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