Mientras el país gozó de ingresos importantes entre los años 2007 y 2014, surgió en la población el criterio de que finalmente se podría crear nuevas fuentes de empleo; pero lo poco que se hizo fue en entidades públicas y organizaciones mineras y cooperativas; pero la actividad privada no gozó de adelantos en sus operaciones y poco o nada hizo para aumentar personal en sus instalaciones. El empleo en el país sigue siendo “la ilusión dorada” para quienes buscan ansiosamente la provisión de trabajos que les permitan ganar el sustento diario y salir, en muchos casos, de condiciones dependientes de ocupaciones ocasionales o de comprensión y ayuda de familiares.
Vivimos en situación de crisis, pese a lo mucho decantado por el oficialismo en sentido de que “nuestra economía es sólida” y no hay temor de que haya variantes notables. Hay desempleo alarmante y se lo ve en que los niños que trabajan han aumentado, así como ha subido la cantidad de los emigrantes a sitios donde se fabrica droga o se cultiva coca, el éxodo de profesionales al exterior es cada vez mayor; la economía informal recibe en sus diferentes fuentes a más gente que, así sea utilizando algo de ahorros o recurriendo a préstamos, viaja a las fronteras con Chile, Perú, Argentina y Brasil en pos de mercadería que luego la revende en todos los sitios de consumo del país; en síntesis, la economía informal crece, aumenta incansablemente y no hay nada que pueda ponerle freno.
El país espera que haya inversiones, pero este capítulo de la economía no es posible hacerlo realidad en nuestro país debido a que tanto posibles inversionistas extranjeros como nacionales esperan que efectiva y realmente existan garantías para las inversiones, hecho que si bien está consignado en papeles, no se hace realidad en los hechos porque la burocracia no lo permite, las reglas tributarias crean cada vez más dificultades, las condiciones para creación de empresas son más radicales y lo más grave y que hace huir a cualquier inversionista, son los cambios en políticas salariales que el gobierno por cualquier razón impone: aumentos salariales, bonos, segundo aguinaldo y descuentos para diferentes rubros, empezando por las cuotas impensadas y extraordinarias que reducen el haber de los empleados y que resulta otro motivo para pedir más aumentos salariales.
Mientras el gobierno asegura que nuestro país “tiene la tasa de desempleo más baja de la región”, el pueblo sufre por falta de empleos seguros, permanentes y garantizados porque atenerse a lo circunstancial y momentáneo no es bajar el desempleo; dejar que oleadas de jóvenes se ausenten del país para conseguir trabajo, no es asegurar empleo; permitir que la economía informal crezca, no es asegurar empleo; dejar crecer al contrabando, tampoco es proveer empleo que solamente será cuando las condiciones y circunstancias del país así lo permitan; entretanto, no se puede vivir con estadísticas poco creíbles o disminuidas conforme a las situaciones que se presenten.
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