Es algo así como un grito de guerra, una arenga, un lema: El Alto de pie, nunca de rodillas. De tanto pronunciarlo y escucharlo en nuestro medio desde hace ya muchas décadas, ahora en distintos sitios del país lo corean para reivindicar su urgencia, anteponiendo en primer lugar el nombre de su población, seguido del “¡…nunca de rodillas!”. De veras que caló hondo en la colectividad paceña y boliviana. Incluso, diversos sectores laborales han hecho suya esta frase, tales como gremiales, fabriles, vivanderos, entre otros. Se atribuye su invención a un vecino de la zona 16 de Julio, quien habría comenzado a enunciarla desde los primeros años de la creación de esta ciudad, para protestar de ese modo, a fin de hacerse sentir y escuchar por las autoridades de todo nivel, y además poner en constancia de que los alteños -casi siempre desatendidos por cualquiera de las administraciones gubernamentales, departamentales y locales de toda línea ideológica- estaban ahí, con el objetivo de lograr que se los atienda, incluso así “a las malas”. Fue, lo es, un slogan de rebeldía y reclamo contundente.
Otros dicen que el autor es un ciudadano ligado al campo de la comunicación. Como fuere, a fin de evitar polémicas inútiles que generalmente incomodan a unos y otros, hagamos énfasis en que este grito tiene un único sello: es el distintivo inconfundible de El Alto pujante, combativo, sacrificado, y noble, dado que ahí “nació”, y se amalgamó con sus habitantes que ante nada se arredran.
Hoy debiera exclamarse: “todos de pie, nunca de rodillas”, con la única finalidad de levantar el ánimo, pues casi todos atravesamos en el país por una serie de situaciones nada gratificantes, altibajos tales como la escasez de fuentes de trabajo, los sueldos bajos, la inseguridad (en torno a la cual algún rato, en tono de broma, se dijo: Bolivia es un país seguro, sí señor, ¡seguro!, porque “seguro te asaltan, te roban, te sacan coima, te hacen el cuento del tío, no encuentras justicia rápida, te dan menos peso, te venden artículos pasados de fecha”, etc.) entre otras tristes situaciones. Y no se trata de que se quiera reflejar un estado calamitoso, de desesperanza, sino que aún falta mucho por hacer y concretar en pro de la Patria y los bolivianos.
La frase tendría que ser utilizada para sacarnos del marasmo, dejadez o abulia, y hasta cuando el ánimo está por los suelos, ya que, por ejemplo, al caminar por las vías públicas uno observa que: “hay más vendedores que compradores; los carritos y carretillas “inundan” calles y avenidas para ofrecer diversos productos debido a la carencia de empleo; los indigentes y limosneros están en todo sitio posible de la metrópoli; el congestionamiento vehicular ante la ausencia de los que deben velar porque ello no se dé es reprochable; los toldos ocupan aceras y parte de las calzadas; los conductores no respetan el semáforo, y la anarquía en el cobro de tarifas en taxis y radiotaxis es alarmante; las fraternidades de morenos y los manifestantes se adueñan de las vías”, etc.
Entonces hay que ponerse de pie, dejar de estar virtualmente arrodillados, con el fin de tratar de dar solución a tamaños desbarajustes. ¿Podrá ser? ¡Paceños de pie, nunca de rodillas!
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