La comunidad latinoamericana puso de manifiesto, ante la historia y los hombres, su vocación democrática, una vez que terminó el tiempo del autoritarismo militar. Lo hizo con el propósito de aunar esfuerzos por el bien común. Y lo ha reiterado sin medir consecuencias.
Actualmente existe un sólido bloque latinoamericano que pretende profundizar los principios democráticos en la región. Tal inquietud ha recibido el respaldo de otros países del mundo, porque propugna el pluralismo político, ofrece garantías irrestrictas para la actividad periodística y respeto a la vida, en particular.
La comunidad latinoamericana marcha recuperando la memoria democrática de sus antepasados. En esa histórica perspectiva asume señales que honran, claro está, a quienes lucharon por la restitución de las libertades ciudadanas, que ahora contribuyen a diseñar un futuro mejor, en consonancia con los objetivos que persigue aquel sistema político.
En este marco, no simpatiza con dictaduras que, en ciertos puntos de nuestro continente y fuera de él, pretenden silenciar, empleando las armas innobles de la barbarie, a quienes anhelan vivir en democracia, con pan, techo y libertad, tan anhelada. Es decir vivir en democracia con alternabilidad, practicada mediante mecanismos legales, en el manejo de la administración pública. En una democracia que refleje el pensamiento y sentimiento político de los tiempos actuales y que no signifique retroceso a la oquedad donde se impone el autoritarismo.
Ni derechistas ni izquierdistas podrán ignorar el repudio generalizado a la praxis dictatorial, venga de donde viniere, sea cual fuere su matiz ideológico. Es que la dictadura es nociva para plasmar una convivencia sin miedo y sin violencia, sin zozobra y sin incertidumbre. Indudablemente la dictadura violenta leyes o persigue a quienes no comulgan con sus postulados políticos. Dictadura que ha título de democracia permite que su población pase hambre y miseria. Y que las balas fratricidas acaben con el clamor de justicia social.
Los dictadores con pies de barro están a punto de desmoronarse, en Sudamérica, ante el valiente y firme empuje de las mayorías desfavorecidas. Se les va agotando el discurso con el que apaciguaban a sus seguidores. Ahora viven temerosos de la suerte que recaerá sobre ellos.
En suma: el temple democrático latinoamericano se impone para recuperar las libertades ciudadanas.
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