El pasado 12 de febrero y para su sorpresa, José Guzmán Loera, El Chapo, mexicano, es declarado culpable en Brooklyn, Nueva York, de los 10 cargos de traficar droga a EEUU en un juicio de jurado que dura 11 semanas aunque el comercio de estupefacientes, sobre todo de Latinoamérica, seguramente continúe porque históricamente la muerte de un Pablo Escobar, un Roberto Suárez y otros renombrados de esta actividad, como el veredicto y seguramente la cárcel para El Chapo, no harán mella ni mucho menos en el corazón, causa y razón de este mal endémico que es… la desgraciada e inmensa demanda de droga de EEUU que tiene sobre todo a México en una crisis moral sin precedentes, donde el homicidio, las desapariciones, las fosas comunes y las docenas de delitos asociados con el narcotráfico y derivados de él son, desde hace años, pan terrible de todos los días que ni las fuerzas armadas mexicanas, la DEA y otras fuerzas, pueden controlar, menos coartar. El 25 de junio se dará sentencia al veredicto de El Chapo. Y la verdad es que nada cambiará. La droga seguirá ingresando por puertos y puestos fronterizos establecidos… y no por donde Trump quiere edificar muros.
La desolación moral y el desparpajo político causados por la cocaína y sus entretelones de gigantesca corrupción de todo nivel, tanto en EEUU como en varios países latinoamericanos, no pasarán a la historia, a no ser que EEUU, dado el fracaso de décadas, legalice… ¡ojo!… le-ga-li-ce… el consumo de cocaína, lo que eliminaría poco menos que ipso facto el 95% del problema. Si no hay lucro no hay comercio, y si no hay comercio no hay “el pusher,” “vendedor” o “dealer” de droga en los barrios, escuelas, universidades y demás sitios estadounidenses.
Como dice la revista The New Yorker: “El verdadero motor del tráfico de marihuana, cocaína, metanfetamina, heroína y fentanilo no es la habilidad comercial de los traficantes mexicanos, sino la desenfrenada e insaciable demanda de los adictos y consumidores estadounidenses. No es cuestión de la frontera…”. Y Europa tampoco se escapa de la necesidad de legalizar el consumo de cocaína cuyo comercio afecta incluso a huestes africanas.
Que al mismo tiempo hay que educar, sobre todo a los niños y jóvenes, tal como se les habla hoy en forma sistemática del peligro del consumo de alcohol y tabaco, no hay duda. Mientras no se legalice el consumo de cocaína, “los Chapos” surgirán con sus séquitos de barbarie y consignas de crimen y abuso sobre todo de la mujer. Trasciende que al Chapo solo le gustaban niñas de 13 años de edad… lo que, si es cierto, no solamente sería criminal sino que es un aberrante producto de la demanda de cocaína por parte del mundo que gusta autodenominarse “desarrollado”. En Latinoamérica, sobre todo en México, Colombia, Bolivia y otros, mucha gente tendría que encontrar otra fuente de lucro fácil… lo que pondría coto a cuantiosa anomalía socio-política de todo nivel.
El cómico estadounidense Trevor Noah dijo luego del veredicto, en el televisivo “Late-night comedy,”que le preocupaba el jurado del juicio de El Chapo: “Me gustó cuando dijeron que habían deliberado 34 horas cuando en realidad deliberaron solo cinco minutos… y las otras 35 horas y 55 minutos se fueron en descripciones de reservaciones de vuelos, en cambiar sus nombres y en apuntarse para hacerse cirugía plástica”. Según el NYT, el traficante, A. Carrillo F., o “Señor de los cielos” se dijo que había muerto tras someterse a esa cirugía.
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