Johannesburgo
> En su mayoría provienen del famoso distrito de antiguos guetos negros de Soweto (suroeste de Johannesburgo)
Mientras ensayan en un modesto local de Johannesburgo, con ropa de calle y bromeando entre ellos, nada delata que los miembros del coro Soweto Gospel Choir recogieron hace unas semanas su tercer grammy o que en diciembre compartieron escenario con Beyoncé y Eddie Vedder. Nada, excepto sus voces.
Una veintena se reúnen en el ensayo, pero el coro suma más de cincuenta miembros que han cantado ante figuras como el nobel de la Paz Nelson Mandela o el expresidente estadounidense Barack Obama, además de llevar el gospel africano de gira por todo el mundo.
También estuvieron nominados al Oscar por “Down to Earth” -una colaboración con Peter Gabriel para la banda sonora de la película animada “WALL-E”, estrenada en 2008-, y en el Mundial de Fútbol de 2010, celebrado en Sudáfrica, compartieron escenario con U2.
El tercer grammy -al “Mejor álbum de música mundial”- lo recogieron el pasado 10 de febrero en Los Ángeles por su disco “Freedom”, un homenaje a Mandela por su centenario (2018) con canciones de la historia de la lucha contra el sistema de segregación racial del “apartheid”.
“No nos lo esperábamos (...). Demuestra que el mundo de verdad ha estado escuchando atentamente”, explica a Efe un orgulloso Diniloxolo Ndlakuse, el director musical del coro.
El palmarés del Soweto Gospel Choir habla por sí solo y les ha convertido en auténticos embajadores de la cultura sudafricana, pero contrasta con los orígenes, muy humildes, de sus componentes.
Provienen, en su mayoría, del famoso distrito de antiguos guetos negros de Soweto (suroeste de Johannesburgo). Muchos ni siquiera cantaban realmente antes de presentarse a las audiciones. Otros apenas lo habían hecho en los coros de las iglesias de su barrio.
“Yo era contable”, comenta a Efe Ipi Moshe, de 31 años y vecina de Soweto. Un día mandó un correo electrónico al coro y, aunque no había plazas abiertas en aquel momento, unos años después, en 2012, recibió un mensaje para ir a hacer una prueba.
“Ahora trabajo por diversión. Tengo la posibilidad de viajar, de conocer nueva gente, de ver nuevos países, de escuchar nuevas lenguas...¡Y de probar diferentes gastronomías!”, dice con entusiasmo Moshe.
Su compañera Sophie Mofokeng, de 38 años, estaba desempleada cuando se unió al coro en 2006. Solo dos años más tarde estaba actuando con sus compañeros ante Mandela, por su 90 cumpleaños, en el Hyde Park de Londres.
Aquella actuación era parte de la serie de conciertos benéficos internacionales “46664” (el número de prisionero del expresidente sudafricano) y por allí desfilaron también leyendas como The Who o Amy Winehouse. Hoy, es uno de los grandes recuerdos de su vida.
Mofokeng bromea con que ahora es una “estrella” en Soweto, pero sobre todo destaca que los compañeros son como una familia.
El Soweto Gospel Choir nació en 2002, casi como un accidente, explica a Efe Beverly Bryer, directora y cofundadora del conjunto junto al fallecido David Mulovhedzi.
Su historia comenzó porque unos promotores australianos preguntaron a Bryer si podía organizar un coro de gospel debido a que otra agrupación con la que tenían contratada una gira había cancelado su participación.
Ella hacía música rock, así que se asoció con Mulovhedzi, que trabajaba ya con coros de Soweto.
“Formamos el coro -rememora- y en un mes estábamos en el estudio para grabar el primer álbum. En tres meses fuimos a Australia para una gira de seis semanas pensando que eso sería todo pero las entradas se agotaron y todo el mundo se volvió loco con ellos”.
“Diecisiete años más tarde tenemos tres grammys, un Emmy (de una colaboración con U2 para el Mundial de Fútbol de 2010), una nominación al Óscar...”, agrega.
Al seleccionar a los integrantes del conjunto buscaban a gente que, por ejemplo, nunca hubiera viajado al extranjero o hubiera cantado profesionalmente.
“La mayoría de ellos no tenían empleo. Todos vienen de entornos desfavorecidos con solo quizás un par de excepciones”, detalló Bryer.
“No tenían formación de estar en un escenario -continúa-, no habían volado nunca...Pero cantaban, porque es parte de la cultura. Siempre cantan, no importa si es por una boda, un fallecimiento o un nacimiento. Y aquí tenían la oportunidad de hacer lo que les gusta”.
Para ella, ha sido muy emocionante “verles crecer” como si fueran sus hijos, en especial a los que entraron con solo 16 o 18 años y ahora son capaces de cuidar de sus familias gracias al coro.
Bryer prevé, además, que este pequeño milagro musical de Soweto siga su camino durante, al menos, una década más. (EFE)
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