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Después de los sucesos del 23 de febrero, que resultaron en un fiasco al creer que la Fuerza Nacional Bolivariana se volcaría en contra de Maduro al ver ingresar a territorio venezolano los camiones de ayuda humanitaria aportada por decenas de países, se presenta ahora un suspenso que luce interminable. La ronda, que el presidente interino Juan Guaidó, basado informaciones incorrectas, decía que sería decisiva, fracasó. ¿Cuándo se dará el próximo estallido en esta lucha que tiene de puntillas al hemisferio?
Desde hace dos meses toda la iniciativa está en manos de Guaidó, el presidente interino que preside la Asamblea Nacional. El régimen solo ha atinado a reaccionar a los pasos del joven asambleísta que congrega la esperanza de millones de sus compatriotas para apartar al régimen de 20 años que, tras concitar expectativas en cada rincón venezolano, bajo Maduro derivó en un régimen dictatorial de la peor naturaleza. La arremetida contra los que procuraban ingresar la ayuda estuvo ante los ojos de pantallas de todo el mundo y ahora pocos dudarían en calificar al de Maduro como un régimen tiránico, que evoca a Leónidas Trujillo, de la República Dominicana, o a Juan Vicente Gómez, el déspota que tuvo las riendas de Venezuela durante 27 años hasta 1935.
La gira continental aún en curso ha llevado a Guaidó por Colombia, Brasil, Paraguay, Argentina, (donde la voz se le quebró al escuchar y cantar el himno nacional de su país), Ecuador y Perú. Ha puesto sus cartas en todo el continente sudamericano, excepto en Uruguay, cuya actitud mediadora se disipó cuando planteó elecciones libres, y Bolivia, cuyo gobierno mantiene respaldo indoblegable a Maduro. Las consecuencias de ese apoyo, basado en la militancia de los dos gobiernos en el Socialismo del Siglo XXI, que pretendió ser una versión liviana del socialismo de los Gulags en la ex URSS, aún son sujeto de especulaciones.
Al concluir la gira forzada de Guaidó, que ha permitido a la oposición venezolana y a sus aliados, Estados Unidos y el Grupo de Lima, repensar la estrategia para derribar a Maduro, el legislador emprenderá su retorno a Venezuela. Cualquiera que sea la ruta, aterrizar en Caracas o ingresar por tierra, el recorrido estará seguido por la mirada de gran parte del mundo. En medios diplomáticos estadounidenses se da por sentado que cualquier daño a Guaidó durante su gira, acarrearía graves consecuencias, inclusive para sus socios en la región, de acuerdo con informes periodísticos de ese país. Es decir, Cuba, Bolivia y Nicaragua estarían entre los países que con mayor atención siguen el periplo.
La llegada a Venezuela, además de los riesgos que plantea el viaje en sí, abre muchos interrogantes sobre su seguridad. ¿Dónde se instalaría? En su propio domicilio sería temerario, pero no menos peligroso sería cumplir funciones desde la Asamblea Nacional, a solo unos 200 metros del Palacio Presidencial de Miraflores. Es improbable que el régimen venezolano acepte un gobierno paralelo a su propio lado. Eso equivaldría a desconocerse a sí mismo. Si la Guardia Nacional lo tomase preso, el régimen recibiría condenas de todo el hemisferio y el peligro de un conflicto mayor estaría tocando puertas. Guaidó es reconocido por más de 50 países que, en consecuencia, desconocen a Maduro. En momentos en que Venezuela es un polvorín opositor, con más del 80% de la ciudadanía contra Maduro, dicen algunas encuestas, más peligroso aún resultaría cualquier atentado a la seguridad física del mandatario interino.
Es en estas condiciones que la patria de Bolívar y Sucre ingresa a la semana de carnaval más agitada de su historia.
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