Cierto vecino, con quien tenemos temas pendientes, cuánto no querrá incursionar hoy en territorio patrio, con el fin de borrar todo vestigio relativo al clamor marítimo boliviano. Para él lo más válido e irreversible es la sentencia que asumió, al respecto, la Corte Internacional de La Haya, en octubre pasado.
Quisiera apropiarse, al mismo tiempo, de las regiones más ricas y productivas, como el trópico cochabambino o el oriente del país. Quizá en su mente se aviva también la idea del trueque territorial para tal efecto. Ya lo hizo, en anterior ocasión, inspirado en el abrazo de Charaña, protagonizado por los generales Hugo Banzer y Augusto Pinochet. El planteamiento no prosperó, debido a la reacción obstructiva peruana.
Mientras los bolivianos estamos enfrascados en peleas internas, en el tira y afloja del cotidiano quehacer político. En las arremetidas del gobierno y de la oposición. En las bizantinas discusiones sobre el 21F o la reelección. En tomar posturas a favor o en contra del venezolano Nicolás Maduro. En el afán de buscar la perpetuidad en el Poder o la alternabilidad en él. He ahí el pantallazo sobre la realidad nacional.
Bolivia estuvo asediada, desde su fundación, en 1825, por países vecinos. La pobreza que recaía en su destino, desde los albores de la República, no le permitía avanzar, en sus objetivos de desarrollo nacional. De tal modo anduvo postergada en el contexto de la comunidad no sólo americana sino mundial. Era conocida como la nación más pobre, caótica e inestable, políticamente. Y es posible que sin alguna significación ante la opinión pública internacional.
Fue asediada por quienes quisieron “polonizarla”. Por quienes querían que ella desaparezca del mapa sudamericano. Por quienes tuvieron tirria a nuestros mayores. Hasta que acribillaron, en un puente, a uno de ellos. Esa sangre fecunda, ahora más que nunca, la reivindicación marítima.
Quienes decían ser nuestros “hermanos”, se apropiaron, utilizando las armas o mediante tratados diplomáticos, de vastos territorios. En consecuencia: la superficie de Bolivia fue reducida a la mínima expresión. Y aquellos ensancharon sus fronteras. Inclusive con nuestro territorio y mar territorial. Todo esto ha ocurrido bajo la ley del más fuerte o sea la ley de la selva. Esa ley que tiene sus orígenes en los tiempos primigenios de la especie humana. Quizá también conforme señala el lema: “por la razón o la fuerza”.
Los poderosos, en la región y el mundo, siempre se han aliado contra los países pequeños y de economía insignificante. Aprovecharon esa coyuntura para imponer sus designios. Ello ha ocurrido para desmembrar a Bolivia.
En suma: ante esta realidad los bolivianos debemos preocuparnos y dormir, si es posible, con un ojo abierto.
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