El estado desesperado en el que se encuentra Venezuela, conocido a nivel planetario, es el más agudo y complicado no solo para el hermano país, sino para América Latina en su conjunto. Las calamidades por las que pasa el hermano pueblo venezolano han motivado como único recurso la salida del país. La emigración masiva sobrepasa los 2 millones de personas al presente.
Efectuada poco antes la reelección de Nicolás Maduro con una abstención masiva, sin candidatos opositores y la parcialidad de los poderes públicos, dio lugar a la asunción de Juan Guaidó en calidad de Presidente Delegado por decisión de la Asamblea Legislativa Nacional. Esta medida pese al enorme apoyo popular que goza, contrasta con el empecinamiento del dictador de permanecer en el poder. La bravata madurista es también la respuesta a los 50 países que reconocen la legalidad democrática de Guaidó.
Sin embargo, pese a lo anterior, tanto la Unión Europea cuanto el Grupo de Lima y otros, concentran su posición en que solo los venezolanos deben encontrar internamente la solución y no comparten la posibilidad de intervención militar. Las insinuaciones del presidente estadounidense Donald Trump de no descartar inclusive una intervención, comprometerían un rechazo antinorteamericano de la región.
Las declaraciones optantes por dejar en manos venezolanas las decisiones pasan por elecciones libres, democráticas y creíbles. Maduro en el Palacio de Miraflores es el mayor obstáculo para el voto. Si bien la Asamblea Legislativa podría convocar legítimamente, no tardaría la desautorización de la Constituyente, órgano de invención mañosa del régimen. De este modo, la situación se mantiene en punto muerto e indirectamente favorece a los gobiernos como el de Nicaragua y otros -de los que no estamos lejos- en su férrea y sanguinaria dictadura.
La ocasión se presta casi de maravilla para que el Socialismo de Siglo XXI y sus aliados estallen contra el “imperialismo” norteamericano. A propósito, el presidente Evo Morales manifestó esa posición en la Asamblea de Eurolat (Parlamentos de América y Europa) efectuada recientemente en Santa Cruz. La Asamblea terminó, pues, sin un pronunciamiento sobre el tema venezolano, a tiempo que la representación europea y casi la totalidad de la región no compartieron un apoyo expreso a Maduro.
En este cuadro complejo hay criterios que discurren en sentido de que la fuerza -en este caso la intervención- no es buena, pero la guerra conduce a la paz, paz por la cual en sentido amplio espera y desespera la hermana nación.
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