El Papa Francisco, de visita en la cárcel de Menores en Panamá, tomó contacto con jóvenes reclusos y les instó para que “no se dejen pegar ‘rótulos’ para toda la vida y que peleen para buscar los campos de inserción y transformación”. En su homilía les dijo a los jóvenes: “Jesús no tiene miedo de acercarse a aquellos que, por sinfín de razones, cargaban sobre sus espaldas con el odio social” y criticó a quienes ponen rótulos y etiquetas a las personas y que “congelan y estigmatizan no solo el pasado sino también el presente y el futuro de las personas”.
Francisco, en su preocupación por la vida del ser humano y, mucho más por quienes han sufrido persecución de la justicia y la sociedad por faltas que pudiesen haber cometido, seguramente, al referirse a los menores que padecen penas, también lo hizo a quienes son parte de la vida diaria y están en condición de reclusos. Dijo que “los rótulos en definitiva lo único que logran es dividir, acá están los buenos y allá están los malos; aquí los justos y allá los pecadores. Se levanta una mano invisible que hace creer que marginando, separando o aislando se resolverán mágicamente todos los problemas”.
La Iglesia, por pláticas de los Papas, ha buscado siempre que quienes han sido privados de libertad por faltas, errores o pecados que hayan cometido, merecen el perdón y, sobre todo, la urgencia de crear condiciones para su reinserción en la sociedad, proporcionándoles los medios y condiciones para que puedan superar no solamente sus sufrimientos sino también adquieran condiciones para desenvolverse en la vida una vez conseguida su libertad.
Luchar por la reinserción o reincorporación del ser humano a una sociedad que los condena, debería ser misión y fin de todos; pero especialmente de quienes contribuyen a su custodia y que están obligados a cuidar sus vidas y proporcionarles condiciones para superar cualquier dificultad que evite nuevas condiciones para retornar a cometer delitos o faltas. Esta es realidad que debería ser encarada y practicada especialmente cuando se trata de jóvenes o menores que se encuentran en centros de rehabilitación y custodia.
Esos menores y jóvenes deben tener la oportunidad de prepararse para ser ciudadanos que contribuyan a sembrar el bien, practicar virtudes y hacer que sus vidas tengan valores. Y es que no son las condiciones o las conductas que niegan derechos las que determinarán una convivencia perfecta entre los componentes de una sociedad, sino se crea las condiciones precisas para que esas personas encuentren circunstancias y situaciones para lograr comprensión para el entendimiento preciso de que faltas, errores o delitos no son permanentes. Salvo casos muy excepcionales, se trata de accidentes o circunstancias que los han colocado en situación de vulnerar las leyes o la costumbre de convivencia que rige en la sociedad.
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