Cartas
Señor Director:
Hemos ingresado a la segunda semana de Cuaresma, tiempo en el que abrimos nuestro espíritu y corazón a la conversión. En la lectura de la palabra de Dios para esta semana se nos alerta para no dormir en nuestros laureles. Quien mire atentamente los signos de los tiempos sabe reconocer los llamados urgentes que Dios hace constantemente. Todos estamos llamados a producir frutos en abundancia. Debemos preguntarnos si nuestra vida está llena de puro follaje y apariencia o si podemos decir que estamos dando fruto. No nos extrañe que para avanzar hacia nuestra madurez humana y espiritual tengamos que llevar ciertas cruces o purificaciones. No perdamos la fe cuando el Señor fecunde nuestra vida con el dolor, recibamos estas pruebas con serenidad, sabiendo que todo conduce al bien de los que aman a Dios.
Cambiemos de actitud, si no cambiamos pereceremos. Acudamos al llamado del Señor para la conversión, el ayuno y la penitencia y un cambio rotundo de actitudes.
Con la parábola de “La higuera que no da frutos”, Jesús nos pide:
Pasar de las buenas intenciones a un compromiso valiente, de verdaderos misioneros. Pasar de la buena voluntad al seguimiento consciente que asume con gozo el compromiso bautismal. Pasar de un sentimentalismo religioso a una profunda vivencia cristiana, para dar testimonio público del Evangelio del Señor.
Estamos llamados a la conversión, que es el camino para que podamos gozar plenamente del amor de Dios. A veces solo por penitencia entendemos la necesidad de dejar de hacer cosas muy malas, aunque tal sentido es mucho más amplio.
En tiempo de Cuaresma se da preponderancia al rezo del Vía Crucis y se suprime varios elementos alegres en la liturgia. El periodo de Cuaresma está prefigurado en los 40 días de ayuno observados por Jesús, Moisés, Elías (Mat. 4;1-2, Ex 24; 18 Reyes 19;8).
Lo primero a lo que nos invita Jesús es a no caer en prejuicios. Ni los galileos asesinados por Pilatos ni la gente aplastada por la torre de Siloe eran más pecadores que los demás. Los católicos no creemos que nuestra vida está ya diseñada, delante de nosotros están la vida y la muerte, el bien y el mal. La vida del ser humano, toda la creación viviente debe ser respetada y venerada. San Francisco lo expone con su vida y ejemplo.
Prof. David Espejo
O.F.S.
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