Para nadie es desconocido que la comunidad internacional tiene amplio conocimiento de los resultados del Referéndum del 21 de febrero de 2016 y que ese proceso fue visto con mucha simpatía, porque se trataba de consolidar la democracia existente en el país. Las expresiones de apoyo a los resultados fueron casi unánimes y no hubo críticas en contra, como intereses creados pudiesen indicar. Hace pocos días, una alta funcionaria del servicio diplomático de los Estados Unidos “resaltó el 21F en defensa del voto y llamó a la comunidad internacional a estar vigilante para que las elecciones en Bolivia sean justas”.
La subsecretaria de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental de Estados Unidos concretamente dijo: “El 21F en Bolivia demuestra el compromiso del pueblo boliviano con la defensa de su constitución y del voto popular. La comunidad internacional debe permanecer vigilante para garantizar elecciones libres, justas y transparentes en octubre”. Personeros del gobierno han expresado que lo manifestado por la funcionaria estadounidense son “injerencia y desconocimiento de lo que es la realidad boliviana y la incomprensión de lo que es la democracia”.
Lo cierto es que dichas declaraciones no han implicado la emisión de otros conceptos de parte oficial; por su parte, personeros de la oposición han dicho que “no hay tal injerencia” en las cuestiones del país. La opinión pública califica el hecho como una expresión de deseos sobre la democracia del país y pide estar vigilantes sobre el proceso de elecciones de octubre. No se observa actitud de injerencia alguna en las políticas y menos en el hecho de que se emita conceptos a favor del 21F.
Al contrario, ese proceso ha despertado simpatías y respaldo porque lo ocurrido el 21 de febrero de 2016 ha significado, lisa y terminantemente, que el pueblo expresó criterios, ideas, pensamientos y sentimientos que favorecen a nuestra democracia, puesto que los resultados implican que aún la libertad de expresión es parte sustantiva de la vida del pueblo y que su criterio ha sido expresamente dicho y así lo demuestran los resultados de un referéndum que, además, es de carácter vinculante o sea que su cumplimiento es obligatorio para todos.
Muchas veces, cuando se trata efectivamente de intromisión e injerencia en lo tocante a lo que conviene y corresponde absolutamente al país, es el pueblo que no estuvo de acuerdo; pero esta vez las reacciones han sido favorables porque implica que un país más se pronuncia a favor de la vigencia democrática en Bolivia. No corresponde, pues, extrañarse por algo que está en la conciencia de todos los bolivianos, porque lo que arrojó la mayoría de votos del referéndum es voluntad, pensamiento, idea y criterio de la conciencia del pueblo.
Pedir, interna o externamente, que se cumpla con la voluntad expresada en las ánforas, no puede ser injerencia; es, simplemente, apoyo a una causa justa y motivada por la voluntad de un país que sabe lo que quiere.
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