En los últimos tiempos van sucediendo una serie de hechos y situaciones que de veras son escandalosos y preocupantes, ante los cuales la sociedad, o sea la población, ya ni se inmuta, y contrariamente muestra apatía. El “dejar hacer y dejar pasar” pareciera demostrar esa especie de inercia de la población.
Los reclamos de la gente, que otrora lo hacía espontáneamente, en busca de que se repare injusticias, o se dé remedio a las necesidades y carencias de otros, hoy sólo son recuerdos del pasado. Empero, cuando se trata de requerimientos y exigencias alentadas por algunas o ciertas dirigencias que tienen marcado o velado interés en algo, entonces es cuando sacan a “las bases” de manera obligatoria y coercitiva. A todo ello -opinan- se suma la pérdida paulatina de los valores éticos, morales, cívicos, y hasta espirituales.
En la actualidad se siente una sensación de que “ya nada conmueve a nadie”, como ocurrió cuando acaecieron tragedias a raíz del mal tiempo en varios puntos del país, con muertos, desaparecidos y heridos, y virtualmente no les importó mucho a la colectividad y autoridades que ya estaban sumergidas en la “fiesta bacanal”, las carnestolendas, tal como aconteció en otra gestión, cuando a raíz de fuertes explosiones murieron varias personas, resultando heridas otras tantas, algo que no inmutó, dicen, a Oruro, pues pese a todo se dedicaron a proseguir con los festejos.
Por otro lado, los pedidos lastimeros de mucha gente a través de medios televisivos, con el fin de lograr medicinas, alimentos, ropa, dinero, o cirugías urgentes para sus esposos, hijos, mujeres, ancianos, y otros, se hacen recurrentes, dando la impresión de que “a nadie” preocupa. Son esos canales de televisión los que a través de campañas de solidaridad, a veces, o generalmente, logran recaudar lo que requieren dichas personas para paliar sus más agudas necesidades.
Esa inercia de la población también da paso a que ya no se reclame y exija solución ante contravenciones a disposiciones legales, o los engaños de que son objeto las personas, ya que, por ejemplo, nadie hace algo en torno a las ventas diarias en las calles de una gama de productos para todo, entre ellos “bajar de peso” en menos que canta un gallo, curar la artritis, presión alta, gastritis, y hasta el cáncer. Cuando se solicita su registro sanitario, responden que lo tienen, pero son de procedencia peruana. No existe autoridad alguna que realice el respectivo control con la finalidad de proteger la salud de la población y evitar que sea sonsacada.
En fin, esa inercia hace que, sobre todo el ciudadano de a pie, sea el que tenga que resultar el más damnificado al hallarse en la posición de un virtual “sandwich”, a quien le caen con todo: más impuestos, pésima atención en una serie de entes estatales y/o privados, fuera de sufrir engaños en el comercio, cuando le dan gato por liebre o algo que viene a ser inservible, resultando mucho peor si tienen un letrerito “gracioso” que dice “una vez salida la mercadería no se acepta devoluciones”, lo que no deja de ser una forma de timo. Existen numerosos hechos en los cuales se advierte nuestra inercia, algo contra lo que debemos luchar para revertir tal situación.
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