Tras cinco años de una batalla jurídica, el 1 de octubre de 2018 la Corte Internacional de Justicia de La Haya emitió el fallo que rechaza la pretensión boliviana de exigir a Chile la obligación de negociar de buena fe un acceso soberano al océano Pacífico. Los jueces de ese tribunal de la ONU, por votación mayoritaria (12 votos contra 3), rechazaron dar curso a la obligación jurídica de negociación, instando a ambas partes a continuar con el diálogo, con un espíritu de buena vecindad, como el camino ideal para resolver el enclaustramiento de nuestra nación.
Al parecer, los argumentos bolivianos no fueron analizados en su verdadera dimensión jurídica, según instituyen los tratados del derecho internacional; imponiéndose sobre la mesura y la cautela, el ímpetu y el exacerbado exitismo político mediático; las expresiones infundadas de un triunfo anticipado que sobredimensionaron el verdadero estado de la demanda jurídica y que al final, como expresó el agente chileno ante la CIJ, Claudio Grossman, “fueron de una manera muy rigurosa rechazadas”, y en palabras del presidente Sebastián Piñera, Morales se ocupó de crear “falsas expectativas” y “también ha creado grandes frustraciones a su pueblo”.
La conducta política del Presidente durante ese tiempo no fue de las más afortunadas, pues si bien hacía hincapié en el retorno con soberanía al Pacífico, invocando en todo momento la condición de nación pacifista, presta al diálogo; sus intervenciones no fueron coherentes, evidenciando su actitud confrontacional y de provocación; además de dar mensajes inapropiados que no aportaron a la construcción de escenarios favorables de acercamiento entre ambos países.
Sin duda, el fracaso ante La Haya proporciona un matiz distinto a la conmemoración del 23 de marzo, Día del Mar, trayendo a la memoria la invasión chilena hace 140 años, el enclaustramiento y pérdida de la cualidad marítima. Es innegable aceptar que algo ha cambiado en el imaginario social de la ciudadanía, que percibe un retorno a las costas del Pacífico cada vez más lejano; además de reconocer que éste será el primer Día del Mar bajo esta nueva materialidad dirimida en La Haya, cuyo dictamen no da lugar a interpretaciones o percepciones equívocas, pues es clara, absoluta e irrevisable.
Los bolivianos tendremos que aprender y actuar en consecuencia, haciendo que funcione a letra muerta el Tratado de 1904; con el replanteo de la estrategia diplomática boliviana, conducentes al mejoramiento y normalización de relaciones con Chile, de manera más pragmática, no sólo por el bien de la cercanas relaciones comerciales y económicas, sino fundamentalmente para reconducir la agenda bilateral pendiente, que no puede soslayar el tema del mar.
Por otro lado, se debe potenciar rápidamente otras opciones para llegar al mar -y así reducir la dependencia de los puertos chilenos- como el corredor bioceánico, el puerto de Ilo y otros puertos de salida por el Atlántico, al estar vigentes los acuerdos binacionales con Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil. En esa dirección, una alternativa estratégica de salida con soberanía al océano Atlántico representa Puerto Busch, situado en un triángulo denominado Dionisio Fioanini, colindando al este con Brasil, al oeste con Paraguay, al sur desemboca sobre el río Paraguay, por lo que su tráfico fluvial no está sujeto a interferir con otros países.
Finalmente, el gobierno debe afrontar el costo económico y político del fracaso de la estrategia boliviana ante La Haya, así como establecer responsabilidades por este retroceso en las gestiones diplomáticas; además de reconocer que lo sucedido en la gestión de Evo Morales, inevitablemente pasa a formar parte de su legado y, junto a sus logros y aciertos, también será recordado por este fallo, pues lleva su sello, figura y trayectoria biográfica histórica.
El autor es MGR. Docente e investigador, UMSS – Cbba.
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