Muchas cosas nos quiere hacer creer este Gobierno y lo logra, pero pretender que hubo un empate entre Bolivia y Chile, luego del fallo de La Haya, es un exceso a todas luces. Por supuesto que deploramos la decisión del Alto Tribunal; naturalmente que sentimos que nos desgarraba la piel y que no había justicia, pero era la magra cosecha recibida luego de tanta palabrería. Ahí se aplica eso de que fuimos por lana y volvimos trasquilados. Claro que no fue solamente lana lo que perdimos.
Nos derrotaron y no se puede actuar como si nada hubiera sucedido en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), haciéndose el del otro viernes, afirmando ante la manada nacional que dizque la Corte habría dicho que Bolivia y Chile deberían arreglar sus diferencias como si nada. Así, sibilinamente, lo quisieron hacer ver desde La Casa Grande del Pueblo. Cuando lo sustantivo del fallo fue que Chile no tiene ninguna obligación de negociar con nuestro país una salida soberana al Pacífico, que era lo que reclamábamos los bolivianos.
No es necesario exagerar los resultados de la negativa de CIJ porque son suficientes; en estos momentos hay que tener prudencia, serenidad, y no desmandarse por encono en contra de S.E., y de sus diplomáticos y negociadores, porque muchos pensábamos que el camino podía ser el acertado. Pero, además de invocarles a que le digan la verdad a la nación por dolorosa que sea, hay que pedir que Bolivia, para peor tragedia, no se humille plañideramente ante Chile rogando ser oída. Además de que esa es una humillación inútil, porque los chilenos, como lo han hecho notar hasta ahora, ni siquiera nos van a contestar. Tanto los ha ensoberbecido y con razón su inesperado y rotundo éxito en La Haya.
No es nuestro propósito dramatizar, pero ya hemos dicho que deberíamos asumir nuestra derrota, porque, ¿acaso el 1 de octubre de 2018 no va a quedar como una fecha negra en nuestras relaciones internacionales? ¿No es lo peor que nos ha pasado en nuestro intento de retorno al mar? Una sola pregunta: ¿hoy preferiríamos estar antes o después del 1 de octubre pasado? ¿Qué elegiría S.E.? ¿Existe alguna duda? Naturalmente que elegiríamos estar antes del fallo y antes de la demanda inclusive, porque teníamos en nuestras manos lo que suponíamos eran compromisos de negociación de Chile (seguimos pensando que lo son) y que para la CIJ no tienen valor jurídico alguno visto desde el campo internacional.
Abreviando, teníamos los tratados de 1895, las notas del 50, la negociación de Charaña, las resoluciones de la OEA, y resulta que, según la CIJ, nada de eso, que lleva más de un siglo de padecimientos, le crea obligaciones al vecino. Siguen estando ahí los tratados, las notas, las negociaciones y las resoluciones, pero devaluadas a precio de gallina muerta por la interpretación de los jueces de La Haya.
Alguien tiene que ser responsable de todo este desbarajuste. Si estábamos festejando con una parafernalia fantástica lo que sería el fallo, hasta con una chabacana cinta azul de 200 kilómetros, seguramente que nuestro representante en La Haya sabría algo que advirtió a S.E.; o que algunos de nuestros costosísimos abogados obtuvieron informaciones que justificaran el alboroto. Pero, nada; absolutamente nada. Estábamos volando felices en medio de un día aparentemente plácido, sin turbulencias, confiando en el piloto automático, cuando se cerró el cielo, no vimos nada, y nos estrellamos.
Por supuesto que vamos a seguir en la lucha por retornar al mar. Ahora con una gran desventaja y es que Chile tiene el fallo de la CIJ en la mano para evitar que volvamos a instalar el tema marítimo en lugar alguno. Después de La Haya, ¿le van a creer a Bolivia? ¿O a los adustos e intocables togados de birrete que escuetamente, con toda frialdad, dijeron que luego de nuestros alegatos nada obliga jurídicamente a Chile?
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