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I

Frankenstein, Dr. Spock y la izquierda latinoamericana

Carlos Jahnsen

Somos testigos de un descalabro económico, social y político de dimensiones inauditas. Venezuela se despedaza. La práctica del así bautizado “Socialismo del Siglo XXI”, que se estableció en este país como consecuencia de un capitalismo corrupto y antisocial, catapultó a este país al siglo del absolutismo. Transformó a millones de personas en miembros de una secta y en mendigos, y a la miseria política e intelectual de sus creadores y defensores en bolsa millonaria de Alí Babá.

Lo que comenzó como un sistema aparentemente tan indestructible y seguro como el Vaticano y tan frío, racional y lógico como Vulcania y su habitante Dr. Spock, se ha convertido en un laboratorio lúgubre de Frankenstein, donde la fuerza y poder fosiliza al pensamiento progresivo y se pone al servicio de la injusticia, clientelismo y desigualdad social.

Ese Frankenstein se mueve ahora en el espacio de una dislocación de la tierra que une al espacio político-económico con el espacio social-material. De este laboratorio y agrietamiento salen todo tipo de monstruos. Tienen la forma tangible de Maduro y aquellos que tienen la forma intangible del “Imperio”, que para los del laboratorio es la causa de todo lo malo. Son creadores de una destrucción anunciada y a la vez creaciones de la incapacidad de poder explicar, ni siquiera remotamente, el porqué del malfuncionamiento del “sistema” y por qué Venezuela se cae a pedazos.

Advertimos que el descalabro del “Socialismo del Siglo XXI” es también el descalabro de la izquierda latinoamericana que iza la bandera del “Socialismo del Siglo XXI”, es aquella que mira absorta, cómo se derrumba su experimento.

Por la falta total de una autocrítica y de un análisis profundo, honesto y serio, en su congruencia discursiva de abstractos, esta izquierda latinoamericana se asemeja a una secta de moralistas y pedagogos. En esa condición desconocen un análisis dialéctico y materialista de la sociedad y sus fundamentos. Se preocupan intelectual y básicamente de lo intangible y del más allá. Además de que su enemigo principal es mental, lo es también Marx porque no atinan a entender las condiciones de funcionamiento de la economía y del capitalismo liberal.

Como los curas de la inquisición, pregonan el miedo por su Lucifer, o sea “el Imperio”, el cual está oculto en todos los rincones. Con pensamiento autocrítico paralizado elevan su lucha al nivel religioso. Si la causa de todo y del todo es Lucifer o el Imperio, ¿por qué habría de pasarles por la cabeza, aunque sea de casualidad, que la verdadera falla sistémica está en su política económica? ¿Creen acaso estos políticos que pueden poner algo en contra del poder político y económico real en este mundo? Esto lleva a la conclusión que entonces los políticos del “Socialismo del Siglo XXI” atacan al “Imperio” solo para proteger al suyo.

Sus ideólogos en su metadiscurso ni sospechan que sus diseños de política económica son al final para servir a la burguesía. L’Etat, c’est moi (‘el Estado soy yo’) es su lema vigente. Representan en el Siglo XXI al absolutismo del Siglo XVII y en el mejor de los casos si se asoman por el Siglo XX se atrincheran detrás de un pensamiento freudiano en el que la evolución conceptual de liberación para convertirse en revolucionarismo psicológico. En este contexto, parafraseando al filósofo americano Richard Rorty, prefieren ser pésimos educadores que buenos políticos reformadores.

La realidad material de millones de personas que siguen en la pobreza o como millones que caen en la pobreza, como en Venezuela o en Cuba, es resultado de una política económica y social desastrosa. No es necesariamente la causa de la existencia del imperio. La izquierda latinoamericana del “Socialismo del Siglo XXI” vive de la creación de estigmas. Éstos sustituyen análisis y lectura adecuada de la tensión existente entre la economía y la sociedad en un sistema capitalista liberal que les permita desarrollar una práctica económica y cultural progresiva.

Esto convierte a los Frankensteins del Siglo XXI, a los Maduros, Ortegas y Morales y otros más, ciertamente no en liberadores de la explotación capitalista ni en forjadores de una cultura liberadora sostenible, sino más bien en patrocinadores de una clase cosmopolita alta, la que desarrolla, adapta y absorbe a una cultura cosmopolita que requiere. En consecuencia estos políticos sirven a la burguesía.

Su aporte económico al mundo no deja de ser un pie de nota y no sería ni sarcástico ni exagerado decir que la mejor contribución cultural de la política de izquierda del “Socialismo del Siglo XXI” y de estos políticos tendría solamente el gran efecto sobre el capitalismo de terminar siendo absorbido en algún producto de Starbucks, o sea, por el consumo capitalista a la par de las camisetas con la imagen de Che Guevara, como ocurrió en los países occidentales.

 
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