Es de conocimiento general el exacerbado fanatismo del presidente por el fútbol, tanto que, en ocasiones, incluso llegó a postergar su atención hacia los asuntos urgentes de la agenda presidencial, para asistir junto a su “equipo presidencial” a las inauguraciones de campos deportivos. Esto lo sabemos porque el canal estatal continuamente transmite en directo los “partiditos de fútbol”, en los que la “estrella” tiene que brillar y demostrarle al país las dotes de buen jugador, armador y líder de campo; aun forzadamente y en varios episodios, apreciar las “ventajas” que el rival debe ofrecerle para que pueda marcar un gol y recibir los aplausos del público, o quizá aún mejor, brindarle un “olé” por algún pase o toque magistral con la siempre caprichosa pelota.
Cómo olvidar el famoso “rodillazo” de Morales propinado a un futbolista rival en un encuentro entre el equipo de palacio de gobierno y la alcaldía de La Paz el año 2010; cuya conducta, abusiva y antideportiva, no pasó desapercibida por la prensa, siendo portada de varios medios de comunicación nacional e internacional. En 2014, el ascendido Sport Boys hacía gala de haberlo fichado para la temporada 2014-2015, con la condición de que le asignen la casaca “10” y que lo habría convertido en el jugador más longevo -54 años- del torneo de ese entonces. De ahí que su fanatismo desmedido explica su obsesión de continuar construyendo canchitas de fútbol; de dejar atrás su interés de seguir los partidos de fútbol por radio y televisión -cuando fungía como dirigente cocalero-; para luego, a partir de 2010, no perderse la más mínima oportunidad de asistir a los partidos inaugurales de las Copas del Mundo, haciendo coincidir forzadamente reuniones oficiales programadas que justifiquen el uso del avión presidencial.
Precisamente ahí radica nuestra crítica y preocupación por la ausencia de sentido común en la planificación de inversiones necesarias y urgentes que el gobierno debería destinar en lugar de ofrecer proyectos exorbitantes e innecesarios, cuyo objeto no es otro que el de satisfacer otro más de los deseos y caprichos de un fanático futbolero y que está dispuesto a invertir más 350 millones de dólares en la construcción de un estadio con capacidad para 70 mil personas para el Mundial 2030; oficializando con ello, la candidatura de Bolivia ante la FIFA y ser una de las subsedes, donde solo se jugaría dos partidos. Morales el pasado 16 de marzo brindó detalles del mega estadio que pretende emplazar -en Cochabamba o Santa Cruz-, y cuyas características se asemejan al Wanda Metropolitano, que el Atlético de Madrid estrenó en 2017.
Es altamente censurable la pretensión gubernamental de invertir en un nuevo elefante blanco -a los muchos que ya tenemos en el país-, cuando bien se podría utilizar semejantes recursos para resolver definitivamente las grandes carencias históricas que se tiene en materia de salud y educación. Sólo como ejemplos, la inversión del estadio ofrecido -350 Millones de dólares- y de acuerdo con datos oficiales, permitiría la creación de 24 mil nuevos ítems en salud, del déficit actual que asciende a 30 mil ítems; ocho hospitales de tercer nivel o tres de cuarto nivel; la construcción de 23 mil viviendas sociales o duplicar el presupuesto actual del Sistema Único de Salud. Lamentablemente, este gobierno siempre ha estado muy lejos de saber identificar y resolver efectivamente las grandes necesidades y urgencias del país, pues se ha ocupado de realizar inversiones superfluas y banales como el Museo de Orinoca, el parlamento Suramericano entre otros; por lo que el estadio ofrecido no sólo es un insulto aberrante al raciocinio y el sentido común, sino que constituye un nuevo despilfarro caprichoso e irresponsable de recursos económicos de los bolivianos.
El autor es MGR. Docente e investigador, UMSS – Cbba.
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