Políticos, economistas y analistas, salvo excepciones, ignoran en sus artículos de prensa la importancia de las remesas de divisas que envían desde el exterior cientos de migrantes bolivianos. Tal olvido muestra el poco interés por ocuparse de asuntos de carácter nacional y dar preferencia, en cambio, a asuntos internacionales, como la situación actual de Venezuela.
En particular, ese desconocimiento revela dos aspectos. El primero, el abandono del estudio acerca de las cuantiosas sumas de dinero (divisas) que provienen de los ciudadanos bolivianos radicados en otros países, aportes económicos que tienen enorme significado para la estabilidad en la economía y política nacional y, el segundo, que en medios oficiales se encubre el asunto con la hoja de parra del silencio.
Las remesas de dólares, euros, pesos y otras monedas provienen de España, Estados Unidos y otros países, son remitidas a diario por trabajadores bolivianos, quienes, casi su totalidad, trabajan como asalariados de sol a sol, hacen sacrificados ahorros, juntan centavo sobre centavo, pasan hambre, etc., para enviarlas a sus familiares que viven sin trabajo y en la pobreza en Bolivia.
Esos bolivianos que han migrado por falta de trabajo y en busca de mejores condiciones de vida, remiten dinero a Bolivia, sin darse cuenta, ni muchísimo menos, que son los autores de la estabilidad económica del Estado Plurinacional, pues aportan al crecimiento de las reservas internacionales (RIN) y crean la falsa apariencia de que ese éxito se debería a medidas del gobierno.
Las remesas de los bolivianos establecidos en el exterior alcanzaron, desde el 2006, alrededor de ¡Mil millones de dólares al año!, o sea unos cien millones de dólares al mes. Se debe destacar que hasta entonces, jamás nuestro país recibió tan crecidos aportes en remesas particulares, por lo cual la disponibilidad de divisas era insignificante o nula. Esa cantidad de dólares enviados por los bolivianos equivale a alrededor del 14 por ciento del valor total de las exportaciones anuales del país (gas, zinc, estaño, soya), porcentaje que, además, subió en algunos años al 20 por ciento.
Para asombro general, en los últimos doce años las remesas de nuestros sacrificados compatriotas, que llegaron a cerca de 14 mil millones de dólares, significaron el 51 por ciento del total de los depósitos públicos en las finanzas nacionales y ¡más de 16 veces el total de las reservas internacionales (RIN), hasta el 2018! Es más, esa enorme cantidad de dinero proveniente de las remesas de trabajadores bolivianos desde el exterior es, en realidad, la que crea estabilidad y no así las medidas del Estado Plurinacional. En forma concreta, evitaron y evitan una mayor caída de las reservas y favorecen la estabilidad monetaria o sea que su proyección en la economía nacional tiene alcance extraordinario.
Es preciso señalar que estas remesas no tienen contrapartida y no dependen de la actividad económica interna y, al mismo tiempo, determinan el aumento del consumo (ahora considerado por el gobierno como el principal factor del crecimiento económico), al igual que el ahorro nacional en depósitos bancarios.
En la actualidad, la disminución de las reservas internacionales pudo ser mucho mayor, pero las remesas de los obreros bolivianos -que recortan sus salarios de hambre para ayudar a la estabilización monetaria-, evitó la caída del PIB a menos del 4 por ciento, y posibilitó el pago del segundo aguinaldo el año pasado y lo haría en el presente.
Se puede concluir que a la par de los ingresos de divisas por exportación de materias primas con altos precios, las remesas de referencia constituyen la segunda fuente de financiamiento externo, sin tomar en cuenta al narcotráfico y el financiamiento interno.
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