“Nosotros somos países interdependientes, porque vivimos en un mundo interdependiente. Nosotros no podemos declararnos isla. Cuando alguien nos dice: yo me ocupo sólo de los problemas del Perú y no por lo que está fuera del Perú, pues dicho caballero puede estar con el reloj de la historia atrasado, porque no hay país aislado”, remarcó, en un discurso, el fundador del APRA, Víctor Raúl Haya de la Torre (1).
De veras que no somos “islas”, sino países que, los unos y los otros, nos requerimos y nos complementamos, de una u otra manera, para implementar políticas, de índole comercial, cultural, tecnológica, etc. Vivimos, por lo visto, estrechamente vinculados, por objetivos comunes.
El propósito, en el sentido más cabal de la palabra, es compartir sueños y realidades, experiencias y emprendimientos, con el afán de construir itinerarios que nos conduzcan a un mundo con prosperidad, con equidad y, en lo posible, con justicia social. De ahí que no conviene aislarnos de la comunidad internacional, que se manifiesta, ahora más que nunca, mediante el multilateralismo. Solos pereceremos, pero en conjunto sobreviviremos.
“Pues las relaciones entre los gobiernos se atienen más a razones profundas y a intereses inmediatos que a las afinidades o las simpatías entre sistemas políticos afines”, escribe Carlos Robles Piquer (2).
En esa histórica perspectiva se ha conformado, recientemente, Prosur, que pretende sustituir a Unasur, un organismo muy ideologizado, que se fue diluyendo. Aquél surge con la aquiescencia de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú. Más el embajador de Guyana en Chile, George Talbot. Buscará, según sus voceros, la renovación y el fortalecimiento de la integración de América del Sur.
Su propulsor fue el presidente chileno Sebastián Piñera, dinámico dignatario de Estado. Él afirmó que esa instancia internacional estará desprovista de ideologías y, particularmente, de burocracia. Pero los partidarios de Unasur dirán lo contrario.
Se imponen tiempos de interdependencia. De esa realidad, que reafirma la conjunción de criterios y esfuerzos, emergerá la nueva propuesta, que nos permitirá superar problemas y alentar proyectos, de cara al Siglo XXI, a favor de la comunidad mundial y latinoamericana.
Entonces pueblos y gobiernos tendrán el terreno abonado, para sembrar y cosechar todo lo proyectado, durante años. Ello se encarará bajo la directriz y coordinación de aquel organismo de reciente creación. Lo prioritario, en todo caso, será atender el rubro de la educación, de la alimentación y salud, en la mira de que las nuevas generaciones adquieran fortaleza física y espiritual. Y que no les falte fuentes de trabajo.
Cada país involucrado en esta extraordinaria iniciativa tendrá que contribuir, en consulta con los demás y en el marco de sus posibilidades, a esta determinación, que buscará cambios por el bien común.
En suma: se impone cerrar filas ahora y siempre.
(1) Víctor Raúl Haya de la Torre: “El APRA Treinta Años después”. “Combate” – Revista Bimestral -, San José, Costa Rica, marzo y abril 1962, número 21, volumen IV, pág. 57.
(2) Carlos Robles Piquer: “La botica del mamut”. Editorial Planeta, Barcelona – España, enero de 1987, pág. 241.
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