Causa mucha extrañeza en la colectividad que la plaza Murillo permanezca cerrada en algunos días, como si estuviese pendiente de hechos que atenten a la seguridad de los ocupantes tanto del Palacio de Gobierno como del Legislativo. Para quienes saben los extremos a que pueden llegar quienes buscan desórdenes, atropellar derechos, destruir los bienes públicos, atentar contra los edificios y no guardar respeto y consideración por quienes transitan por esa plaza, tanto las fuerzas policiales como las militares podrían controlar y evitar que se produzcan hechos contrarios al bienestar general.
Cerrar la plaza Murillo perjudica gravemente al turismo porque muchos visitantes extranjeros desean conocer las dependencias existentes en dicha plaza y, si es posible, ingresar a ambos palacios a conocer sus dependencias; pero si ello no es posible siempre, salvo en fechas y circunstancias especiales, por lo menos no impedir el libre tránsito por todo lo que está fuera.
Las obras históricas, los palacios y sitios tradicionales son lugares atractivos para el turismo; son sitios en los que muchos estudiantes, especialmente de primaria, podrían recibir lecciones de historia por parte de sus profesores. Guías especiales deberían explicar a los turistas diversas circunstancias de la historia en las que el palacio de Gobierno fue centro de hechos que tienen mucha importancia. Privar a todos ellos de lo que deberían conocer es contraproducente para el mismo gobierno, porque debería ser de su interés el conocimiento de todo el país para quienes nos visitan. Ponerles trabas y dificultades es atentar contra lo que se pregona, que somos un país libre y democrático, donde reinan las mejores condiciones para que el turismo se desarrolle y sean de conocimiento general los acontecimientos diarios.
Nadie espera que en momentos en que hay excesos de manifestantes y mucho más de quienes se infiltran en marchas y manifestaciones para promover disturbios y provocar atentados, no deban desplegarse los mayores cuidados; pero cerrar la plaza no solamente al tránsito de vehículos sino de personas, no es bueno ni constructivo. Es contraproducente y contrario a normas elementales de educación y buen trato que se debe a la colectividad y a quienes visitan ocasionalmente el país. Es contrario para el gobierno, porque se da la impresión de que en el país se vive situaciones de temor y miedo que no es evidente, además, se da pábulo a quienes propagan hechos y dichos contrarios a la decencia y la moral sobre personajes del gobierno, de partidos políticos y de la sociedad boliviana en general.
Es preciso que el gobierno, por su propia tranquilidad y prestigio evite cerrar lugares públicos, como es la plaza Murillo y disponer que las fuerzas militares que resguardan al gobierno se refuercen para evitar extremos que nadie desea.
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