En todos los gobiernos municipales y prefecturales hubo la decisión (firme y terminante) de preservar las áreas verdes que tenga la ciudad de La Paz; pero bosquecillos como el de Pura Pura y otros menores, conjuntamente árboles de varias plazas, han sufrido la acción de loteadores y de los enemigos de las arboledas; ese sufrimiento ha sido definitivo hasta que La Paz se ha convertido en una de las ciudades menos pobladas de árboles y vegetación.
Últimamente, ante la incontenible invasión al bosquecillo de Pura Pura “tres zonas se habrían unido para defender ese patrimonio”; en el pasado inmediato se ha dictado disposiciones como el decreto 22.927 que establece: “Declarar el bosquecillo de Pura Pura como bosque permanente de protección, prohibiéndose la explotación de recursos y formas de destrucción del ecosistema, además de haberse otorgado la competencia al Gobierno Municipal para la construcción de un parque con la finalidad de proteger y conservar el medio ambiente y llevar adelante su gestión y administración”.
Este decreto y otras resoluciones municipales nunca se han cumplido y, que se sepa, ninguna prefectura o municipalidad fijó un presupuesto especial para “cuidar y preservar el bosquecillo, impedir los asentamientos y evitar la destrucción de su arboleda”. Todo se ha dejado en un abandono irresponsable y el bosquecillo se ha visto privado de ricos eucaliptos y vegetación en sus terrenos. Los asentamientos de “nuevas viviendas” son constantes y hasta sin autorización municipal alguna. La Prefectura, hoy gobernación, tampoco hizo algo en el pasado por cuidar el ornato de la ciudad y del departamento.
La Paz tiende a ser la ciudad del cemento porque inclusive sus avenidas muestran a depredadores que son los taladores de árboles que tienen vocación por el “enanismo”, ya que no pueden ver un árbol y lo talan o reducen a su mínima expresión y la Alcaldía explica que “son ornamentales”. No pueden respetar ni conservar árboles preciosos, que han sido derribados, como en el caso de la plaza de Obrajes, y que nunca recuperarán su antiguo esplendor, pese a que la Alcaldía dice que “está plantando nuevas especies” que “reemplacen” a árboles que cuentan con más de cincuenta o cien años de vida.
Es preciso salvar los bosquecillos de Pura Pura y evitar que, conjuntamente otras áreas verdes, sean víctimas de los asentamientos de viviendas clandestinas y de loteadores que actúan impunemente. La Alcaldía con la Gobernación tendrán que hacer algo para cumplir los deberes que tienen fijados por ley. No valen las lamentaciones y promesas de “hacer algo” cuando no existe la voluntad ni los medios para hacerlo. La Paz no puede ni debe quedar como un páramo; de otro lado, no puede ser terreno apto para la desertización.
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