Virginia Yessenia Mayta Apaza
El periodo de cambios iniciado en el año 2006, que derivó en la creación del Estado Plurinacional, trajo consigo la propuesta de despatriarcalización. En ese contexto, la Ley de Educación incorporó el tema como parte de las bases y fines, estableciendo que la educación es despatriarcalizadora y transformadora de las estructuras económicas y sociales, cuyo fin es promover una sociedad despatriarcalizada, cimentada en la equidad de género y la no diferencia de roles (Arts. 31 y 46), mandato aplicable en todo el Sistema Educativo Plurinacional. Sin embargo, más allá del discurso, lo cierto es que la despatriarcalización no ha llegado a las aulas y dista mucho de hacerlo. La fundamentación de esa afirmación se hará a la luz de ciertos conceptos clave de la teoría feminista.
Considerando que el análisis propuesto se centra en la despatriarcalización, se partirá definiendo el patriarcado como una forma de organización social, política y económica, basada en la idea de autoridad, liderazgo y predominio del varón (Dokirs Reguant, citado en Varela, 2005). Es un sistema de relaciones de poder construido a imagen de lo masculino, el cual mediante un proceso de “normalización y naturalización” se ha invisibilizado hasta hacerse parte de la cultura, razón por la cual las ideas, prácticas y cotidianidades propias del patriarcado se han vuelto incuestionables. Por eso, para citar un ejemplo, desde el patriarcado es “normal y natural” que el padre priorice su realización profesional, mientras que en la madres es anormal y antinatural, lo “normal y natural” es que renuncie a sus aspiraciones personales por el bienestar de la familia.
En ese contexto, en contraposición al sistema patriarcal, se propone la despatriarcalización como una fuerza que busca derribar, de las estructuras patriarcales, un horizonte, una práctica y acción permanente de desestructuración de lo establecido, un proyecto que permite desacralizar lugares sagrados como la cultura, la familia, la patria y se convierte en un camino para deshacer, destruir, desarmar, desestructurar, desmontar, demoler, derribar y desarticular las capas de opresión contra las mujeres (Galindo, 2013).
Por ello, si la educación es despatriarcalizadora y tiene como fin contribuir a una sociedad despatriarcalizada significa cuestionar y transgredir desde la educación los mandatos patriarcales que perpetúan la opresión a las mujeres, para construir nuevos significados. Esa es la trascendencia de la educación superior y de la universidad, ya que al ser centro del conocimiento y forjadora del pensamiento crítico, es la mejor llamada a cumplir este rol.
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