La espada en la palabra
Nos sentamos en los mullidos sillones guindos de terciopelo, servimos las tazas de café y comenzamos a charlar. Rolando se paró, fue a sus gavetas, sorteando los estantes de libros y las esculturas de Víctor Delhez que tenía por todos lados, y comenzó buscar algo que quería mostrarme desde hacía tiempo. Luego volvió trayendo en sus manos un empastado de artículos, folletos, fascículos y suplementos antiguos que ya despedían un olor de melancolía. Comencé a hojear el compilado, y en él encontré un fascículo especial que EL DIARIO había publicado hacia 1954, encomendado a Eduardo Diez de Medina y escrito por la elegante y magnífica pluma de este poeta, diplomático y hombre público.
En efecto, en 1954, año en que se celebraban las bodas de oro de este medio de prensa, hace sesenta y cinco años, se publicaba un apartado especial que hacía una relación breve, pero no por eso superficial, de los últimos acontecimientos más importantes de la historia republicana boliviana y latinoamericana. Y como los hechos importantes de Bolivia y Latinoamérica siempre quedaron sellados con los linotipos de EL DIARIO, el contar la historia de los pueblos de ese periodo o ese tiempo era también, inevitablemente, contar la historia de este periódico.
“[Los hechos de la vida nacional acaecidos durante los últimos cincuenta años], a través de la vibración de los mismos en la sensibilidad informativa y alerta del periódico, representan, por ello mismo, la imagen de la vida pública del país durante ese período y la imagen de la vida funcional de EL DIARIO”, decía la presentación de aquel fascículo escrito por quien fuera primer redactor y parte del equipo fundador, junto con José Carrasco Torrico, del Decano de la Prensa Nacional.
Resultaría irrisorio resumir las peripecias de este medio impreso en un solo artículo de prensa. Se necesitaría hacer toda una crónica detallada que al final devendría libro de muchas páginas. Así que aquí nosotros queremos hacer solamente una apología sencilla, pero profunda y sincera. EL DIARIO es casa periodística de quien escribe estas líneas y por lo mismo nido de su pluma y escuela de su pensamiento. Como una tierra donde evolucionó su forma de sentir el mundo y de percibir su país. Como un invernadero donde se sigue templando su forma de escribir y de reflexionar, porque el pensamiento es como una planta hermosa que crece cuando respira el aire de la libertad. Y no es casa cultural y periodística de quien escribe esto solamente. Fue y siegue siendo nido de grandes intelectuales de siempre. Grandes águilas de la literatura alzaron vuelo de estas columnas y páginas, como Franz Tamayo, Federico, Eduardo y Fernando Diez de Medina, Fabián Vaca Chávez, Alberto Ostria, Fernando Guachalla, Óscar Cerruto…
Noticias cortas, reportajes, crónicas, entrevistas y columnas que son como trincheras de lucha… EL DIARIO, con subidas y bajadas, con éxitos y fracasos, se ha ido convirtiendo en un referente comunicacional no ya boliviano, sino latinoamericano. El reconocimiento no vino del cielo. Se lo ha ganado con el sudor de los escritores y la tinta inagotable de sus periodistas.
Este periódico entraña en sus páginas gran parte de la historia de Bolivia, y el joven historiador que mañana se proponga elaborar, como Alcides Arguedas y otros lo hicieron en su tiempo, la historia de Bolivia, tendrá que tener a EL DIARIO como fuente principal de sus investigaciones. Porque la magia del periodismo también está en que éste es fuente de los anales de las naciones.
Sus redactores fueron amedrentados y atemorizados, pero ganó en ellos el espíritu de la verdad, porque al fin de cuentas, el periodismo no es otra cosa sino información y crítica; su labor está no solamente en informar, sino en interpelar a las élites de poder tanto públicas cuanto privadas. Las sociedades son libres porque él está en ellas. Y el periodismo es uno de los baluartes o rasgos de uno de los valores que el género humano tiene como más altos: el valor de la libertad.
El autor es licenciado en Ciencias Políticas.
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