Es opinión generalizada que la revolución del 9 de abril de 1952 fue un acontecimiento que marcó un antes y un después en la historia de Bolivia. Sin embargo, esa definición tiene carácter abstracto y la realidad concreta llega muchísimo más allá de una visión limitada y revela la importancia de ese suceso.
Con anterioridad a 1952, Bolivia vivía una condición de dominio colonial y dependencia económica que le condujeron a extrema miseria. Al mismo tiempo, estaba sometida a la férula de un dominio político por medio de partidos políticos serviles al coloniaje. Se sumaba a ese sistema el régimen feudal-esclavista que tenía bajo su dominio al setenta por ciento de la población indígena y, al mismo tiempo, imponía su dictadura sobre la clase media de las ciudades.
Una resistencia popular de más de cincuenta años llegó a su culminación contra ese anacrónico y agotado régimen, en busca de una nación con absoluto contenido democrático. La oposición explotó, entonces, en un movimiento revolucionario que estalló el 9 de abril de 1952, acción que fue respondida por la oligarquía, que movilizó todo su ejército, cercó la ciudad de La Paz y procedió a bombardearla y amenazar aniquilar la insurrección y proceder a la eliminación de todo vestigio de rebeldía.
Sin embargo, tras un asedio de dos días, el pueblo paceño reaccionó, se armó y en combates en todos los barrios de la ciudad, cercada por la ofensiva armada, derrotó desde su Comando hasta el último soldado, a la fuerza pretoriana que se puso en fuga a campo traviesa en todas direcciones.
Se produjo, entonces, el derrumbe total del sistema colonial-feudal. El Súper Estado oligárquico fue aniquilado junto con sus instrumentos partidarios y armados. Producido el cambio de clases sociales en el poder, la necesidad histórica determinó el paso del sistema colonial al nacional y del feudalismo a la democracia, salto histórico que cambió sustancialmente la realidad social boliviana.
La fuerza social que realizó ese hecho fue, en realidad, el pueblo de La Paz que derrotó a nueve regimientos de infantería, artillería, caballería y aviación. Esa insurrección había sido preparada desde principios del Siglo XX, pero no pudo triunfar por carencia de objetivos históricos y partido político, aspectos que habían sido superados en 1952 y fueron las condiciones para que el proceso inconsciente de la historia se convierta en consciente y le permitan alcanzar la victoria total. En esa fecha no solo cayó un gobierno, sino un régimen para establecer, en cambio, un nuevo orden económico y político. Fueron echadas las bases para constituir la Nación y la Democracia económica. Fue el único intento verdadero en la historia de Bolivia que puede ser considerado como una revolución.
Sin embargo, grandes presiones internas y externas dificultaron ese proceso y se impuso la contrarrevolución de 1964, que tergiversó la esencia del proceso progresista y lo desvió hacia la restauración del viejo régimen por las vías reformistas, populistas y conservadoras, que dura más de cincuenta años, mientras la etapa revolucionaria duró solo doce años.
Ese histórico “salto” fue obra del pueblo de La Paz que siempre se caracterizó por rectificar el curso de la historia de Bolivia (desviado por corrientes reaccionarias y extremistas) y ponerlo en su verdadero camino.
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