Los descendientes de quienes fueron favorecidos por la Reforma Agraria, determinada a principios de los años 50 del siglo pasado, se han constituido, en la actualidad, en una verdadera fuerza social, para las confrontaciones electorales, en particular. Han crecido cuantitativamente.
Y emergen de su seno, en un número que va creciendo, profesionales que honran la enseñanza superior, en diferentes especialidades.
Asimismo proliferan, entre ellos, contrabandistas, cooperativistas mineros, gremialistas, cultivadores de coca, narcotraficantes y otros. Es una realidad que no se puede ignorar. “No se puede tapar el sol con un dedo”, expresa una sentencia popular.
Eclosión social que es resultado de la Reforma Agraria o sea de esa actitud liberadora del Siglo XX. Si no se hubiera tomado esta decisión, las cosas hubieran estado en statu quo. Fue una medida que ha cambiado la situación socioeconómica en el campo. Ha trascendido, pues, fuera de nuestras fronteras. Y se mantiene, en tiempo y espacio, por su condición de irreversible. No hubo otra que se haya equiparado con ella desde entonces a la fecha, ni en dictadura ni en democracia.
Como resalta la historia, marcó amplios derroteros de justicia y equidad para quienes estuvieron sometidos, explotados y maltratados, por siglos. Entonces se les devolvió la dignidad y autoestima, la confianza y esperanza.
La Reforma Agraria fue asumida tomando en cuenta las condiciones sociales y económicas de los hombres del agro. Se la hizo para distribuir tierras y dar libertad a los considerados como siervos. Posiblemente algunos sectores, antes de ese trascendental decreto, difundieron el slogan de tierra y libertad, pero los ejecutores de tales inquietudes se llevaron la gloria.
Los críticos del gobierno de esa época han manejado el discurso de que la Reforma Agraria representaba una medida estrictamente política. Puede que haya sido así. Pero los favorecidos, señalados como “indios”, “pongos” o “tatas”, estuvieron conminados, por conciencia, a expresar su agradecimiento, depositando la papeleta rosada, que llevaba la V de la victoria, en las urnas electorales. Quizá también lo hicieron obedeciendo las instructivas del voto consigna. Falta saber.
Los críticos, en vez de evaluar la Reforma Agraria como una señal de justicia social, se enfrascaron en polemizar acerca la situación de los Derechos Humanos, en enumerar los campos de concentración o en denunciar las torturas. Lo hicieron en voluminosos libros. Los escribieron unos y para otros se los escribieron. Pero los publicaron con gran publicidad.
Hasta ahora hay gente que no comulga con las conquistas del 50, que ignora intencionalmente tales acontecimientos o que tiene ojeriza a quienes lo hicieron. Y algunos políticos se prestaron para cumplir esa innoble tarea.
La Reforma Agraria es una parte de la historia que protagonizó la Revolución Nacional. Es la carta de presentación ante las nuevas generaciones que conocen poco de tales hechos históricos.
En suma: la Reforma Agraria ha generado nuevos rostros y nuevas mentalidades.
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