A partir del allanamiento de un depósito en la localidad de Desaguadero, frontera con el Perú, a principios de abril en curso, donde había enorme cantidad de fármacos falsificados introducidos del vecino país, se inició una batida de la red de traficantes de fármacos y se encontró otros depósitos similares en La Paz. La redada incluye decomisos en puestos que operan al detalle sobre la vía pública, quioscos y comercio informal en general, al igual que muchas farmacias de las 500 ilegales existentes.
Además, en un centro de acopio se decomisó 500.000 Bolivianos, que da idea de la magnitud del ilícito. Hay 11 detenidos y 3 con medidas sustitutivas, como resultado de las pesquisas hasta el momento. Este comercio tendría una antigüedad de 5 años al presente, no obstante se desarrolló en completa ignorancia de las autoridades de la materia. Ni el Servicio Departamental de Salud (SEDES) ni la Agencia Estatal de Medicamentos y Tecnología de Salud (Agemed) se habían percatado hasta las primeras investigaciones. Ahora la Felcc, la Fiscalía Departamental y hasta el Ministerio de Gobierno se disputan la información por el afán de llevar agua a su molino.
La verdadera fuente de aprovisionamiento de estos fármacos falsos y adulterados son factorías ilegales del Perú y que han visto a nuestro territorio como mercado de expendio, aprovechando el descuido no solo fronterizo, sino la falta de controles en los centros urbanos. El contrabando irrestricto que nos caracteriza incluye el narcotráfico y metales preciosos, como el oro, proveniente del Perú, y nos ha ganado la triste fama de país de tránsito, donde todo pasa como “Pedro por su casa”.
El recojo o acopio de medicamentos vencidos y envases similares inclusive en los deshechos de hospitales y clínicas, anunciado por las autoridades, es el aporte que los agentes nativos reenvían a las factorías productoras del engaño en gran escala. Esta fabricación es tan atentatoria contra la salud pública como inmoral es la conducta de quienes en el país se dedican a su comercialización. Estamos ante la revelación de que la finalidad del lucro carece de toda conciencia y humanidad, aunque sea al precio de envenenar o intoxicar a sus semejantes. Parecida valoración merece el crimen de la producción y comercio de cocaína y sustancias sicotrópicas o prohibidas. Vivimos el mundo de la adoración cada vez más fáctica del Becerro de Oro.
En ese plano demencial no es raro que en poder de los expendedores se encuentre datos, direcciones y enlaces de y con médicos o falsos médicos dedicados al aborto y otras prácticas supuestamente curativas. Las incautaciones incluyen formol, abortivos diazepan y una gama de somníferos y psicotrópicos o mezclas que producen semejantes o peores efectos.
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