Las observaciones prácticas no son suficientes para opinar con seguridad acerca de los resultados de la futura elección nacional de octubre próximo y, por tanto, son solamente aproximaciones a la realidad. Solo son producto de la práctica, que no es suficiente. Esa simple apreciación práctica es tan errónea como la opinión sobre que la verdad es producto de la mente, forma de pensar que tampoco no es correcta.
Esas dos formas de considerar los hechos -la práctica y la racional- pueden servir para opinar acerca de las elecciones generales que se aproximan. Ambas se basan en datos prácticos que generalmente desconocen el uso de otras formas lógicas electorales para obtener conclusiones valederas o, por lo menos, que se aproximen más a la verdad.
Una evaluación más correcta y útil (y no solo una especulación) acerca del futuro, sería combinar los dos sistemas, o sea el práctico y el lógico, ya que no se excluyen, sino que, más bien, se complementan, como diría cualquier mortal.
En el caso de las incidencias electorales hay que procurar, por tanto, en el sentido señalado, de tal forma de obtener conclusiones más objetivas y menos ilusorias. En esa dirección, una visión sobre la cuestión electoral que vive el país mostraría resultados más concretos y confiables, en el orden siguiente.
En el primer lugar de la agenda política nacional se impone el asunto del resultado del referéndum del 21 de febrero (21F) de 2016. En efecto, quienes votaron por el NO no han cambiado en absoluto su suposición. Igual cosa se puede decir en cuanto a la votación por el SÍ. De esa forma se repetiría el resultado del 21F.
Quedaría por ver qué pasa con los votantes indecisos, neutrales y vacilantes. En efecto, éstos están divididos y tienden a adoptar una decisión. En ciertos momentos se inclinan contra el prorroguismo presidencial y en otros lo apoyan. No se definen y hacen cálculos metódicos. Por consiguiente, en vista de esas actitudes, el fruto de la elección general (si se realiza en estos momentos), no variará y será la misma del 21F.
Pero, aún faltan siete meses para las elecciones y entre tanto correrá mucha agua bajo los puentes. Y para entonces, la ciudadanía estará bajo la influencia de factores determinantes, entre otros están los siguientes:
- El bloqueo y la decadencia internacional del populismo y su agonía en Venezuela.
- El peso de la ola de extendida de corrupción estatal.
- El agotamiento natural del gobierno del MAS.
- El fracaso del “socialismo” en todo nivel.
- La creciente crisis económica y social que vive el país y la disparada de los feminicidios, infanticidios y delincuencia.
- La tendencia en los últimos cuatro referéndums, que fueron perdidos por la tienda gobernante.
- La oposición pública y rechazo a los absurdos de los minipartidos que llevan a los ciudadanos a inclinarse solo por una fórmula de voto.
- La oposición de izquierda que demanda borrón y cuenta nueva.
- La pérdida de la perspectiva histórica del agotado tolderío gobernante.
Esos factores pesan cada vez más sobre el electorado. Por consiguiente, es muy posible que esos factores hagan variar el voto decisivo de sector de los neutrales y vacilantes, lo cual repetiría más activamente los resultados del 21F. En todo caso, al margen de las encuestas, se puede adelantar que los resultados del 20X girarán en torno a esos aspectos, por más que el oficialismo ofrezca el cielo y las estrellas y la oposición siga girando en un círculo vicioso.
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