II
Abel Nina Vargas
De manera que para que exista acoso e incluso ciberacoso escolar deben concurrir los siguientes aspectos:
- Una desigualdad de poder entre el agresor y la víctima, es decir, un desequilibrio de fuerzas a nivel físico, social o psicológico, pero, sobre todo, la percepción de que hay ese desequilibrio.
- Una intención clara de hacer daño.
- Una reiteración o permanencia en el tiempo de este tipo de conductas, es decir, que no se trate de hechos aislados.
La formación de los estudiantes tiene que ser, entre otros objetivos, para dejar claro en qué consiste realmente el acoso escolar.
Los trabajos acerca del bullying reflejan la percepción que tienen los menores acerca de si son acosados o no, no si realmente lo son en el sentido estricto; vale decir, que se presenten de forma simultánea los tres elementos que lo caracterizan. En todo caso, la sola idea de que estos menores se perciban como acosados por sus pares, aunque esto no se ajuste a la definición, no deja de ser un problema que es necesario abordar. La percepción de ser víctima de acoso escolar no tiene por qué ajustarse a las definiciones aceptadas sobre lo que es y lo que no es este fenómeno. Incidentes aislados, conflictos entre iguales en paridad de fuerzas, malas relaciones o una gran cantidad de hechos que pueden constituir, sin duda, un problema de convivencia, en muchas ocasiones son asumidos sin matices como la existencia de acoso escolar, tanto por los padres como por los propios estudiantes.
La percepción de acoso en los estudiantes puede acarrear consecuencias reales de estar sufriendo bullying, y aparecer una sintomatología típica del acoso escolar, aunque éste no se dé en sentido estricto: miedo y/o resistencia a acudir al centro educativo, la percepción de ser víctimas, etc. Muchos de los estudiantes poco aceptados por sus compañeros tienen, con bastante probabilidad, mayores posibilidades de percibirse como acosados. Por supuesto, no hay estudios que cuantifiquen situaciones como las descritas, entre otras razones, imaginamos, por la complejidad de su realización.
Cuando los estudiantes tienen la percepción de que están siendo acosados ponen en juego, más que una realidad objetiva, la versión que ellos mismos construyen sobre lo que es una víctima y los victimarios, y sobre cómo entienden la situación de bullying. Pero esto puede responder a criterios más o menos “objetivos” o bien ser una manifestación de la percepción individual que tiene cada uno de ellos.
Entendemos entonces que una parte del trabajo en formación de los estudiantes es, entre otros objetivos, dejar claramente establecido en qué consiste realmente el acoso escolar, diferenciándolo de otros conflictos de convivencia que, indudablemente, también deberían ser abordados. Esto permitiría que cuando a estos estudiantes se les pregunte, puedan expresar con mayor fundamento si son objeto de acoso, si han presenciado algún caso o si se refieren a otros problemas de convivencia.
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