El Senado, aquí y en lo internacional

“Si las dos Cámaras (diputados y senadores) van unidas y representan la voluntad popular, una sobra…”, este es el caso del Senado boliviano. Ya lo decía el español Jiménez de Asúa y así lo había advertido el abate Sieyés en la Convención Nacional Constituyente de 1789 (Revolución Francesa). En Europa se debate ahora la abolición del Senado, tendencia analizada por Agustín Ruiz Robledo, eminente catedrático de la Universidad de Granada.

El carácter nato de las segundas Cámaras, como las llama, es representar a los Estados miembros de una federación, (ejemplo el Senado estadounidense), si bien teóricamente ese es su papel y razón de ser, empero es dudoso que sirviera ese objetivo. El fenómeno que se le opone es la preponderancia adquirida por los partidos políticos sobre la representación territorial al grado de coparla, palideciendo el concurso territorial. En Europa y los Estados Unidos, la Cámara de Diputados es la representación propiamente política y el Senado la de los Estados de la Federación.

El abolicionismo es la corriente predominante de confín a confín, desde Europa a Australia, desde la India a Canadá, desideratum que determinó la abolición del Senado en los países nórdicos. En Alemania se han reducido las funciones de Bundesrat como anota el constitucionalista granadino. El Senado en Irlanda estuvo a punto de ser abolido y el intenso debate lo llevó a referéndum el 2013, no obstante se impuso el 53% a favor de su continuidad. Este escrutinio es tributario fundamentalmente del criterio irlandés de que personalidades independientes ocupen escaños en la segunda Cámara, en función de “aportar su propio punto de vista a los asuntos de Estado, sin responder a la lógica de los partidos”. El interés público no puede ser patrimonio y menos monopolio de los políticos, sino que es necesaria la opinión especializada y de intelectuales.

Se nos recuerda que el proyecto de Constitución española de 1931 contemplaba la representación corporativa. Hoy el parlamento corporativo es, por lo menos, anatema. Sin embargo, superando estrecheces de criterio, Irlanda se adelantó significativamente; el Senado (Seanad) incluye 6 representantes del ámbito universitario, 7 especialistas en Administración Pública, 5 exponentes de la cultura, 11 del sector del trabajo y otros, sumando 49 de los 60 senadores. Estos representantes no políticos son elegidos en circunscripciones especiales, aparte de una elección política. Por el contrario, la Asamblea Legislativa del país en sus dos tercios cuenta con una enorme mayoría de sindicalistas, empero, afiliados al partido oficial y bajo sus órdenes. El único partido que propuso una asamblea política y otra de composición funcional a cargo de las fuerzas vivas de la Nación, fue la Falange Socialista Boliviana.

Ahora bien, al Senado de la plaza Murillo se le ha cercenado una serie de importantes atribuciones según las anteriores Constituciones. Enumerar las amputaciones sería vasto y el espacio no lo permite, pero vale la pena referir la que fue su octava atribución. Le estaba consagrada la facultad de “aceptar o negar, en votación secreta los ascensos” a Generales y de División del Ejército Nacional y los correspondientes a dichas jerarquías de las demás Fuerzas y de la Policía Nacional.

La actual Constitución elimina esa calidad positiva-negativa sobre los citados ascensos, y la sustituye por tan sólo “ratificar a propuesta del Órgano Ejecutivo” esas designaciones, desterrando su autoridad al respecto por un intrascendente acatamiento. Entre sus escasísimas atribuciones es mencionable la de “juzgar en única instancia” por dos tercios de votos a los magistrados de los más altos tribunales del país por delitos cometidos en el ejercicio de sus funciones, previa acusación por la Cámara de Diputados. El Senado se ve así convertido en tribunal inquisitorial al servicio de los dos tercios. Sólo el Magistrado Gualberto Cusi pasó por esas horcas caudinas.

Menguado como está el Senado, en realidad no justifica su permanencia. La alternativa es una asamblea unicameral o única. Su rol de Cámara revisora no deja de tener relevancia, siempre y cuando, como ahora, no sea mero apéndice del Ejecutivo junto a su paralela de diputados, ambos niveles cautivos del MAS.

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